Machistas y mandilones

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Machistas y mandilones

Si de equidad de género hablamos, hemos de prestar atención a que también hay hombres que sufren maltrato y vejación. Ya sea cuando reciben poco salario, permanecen estancados, cuando no pueden encontrar pronto un nuevo trabajo, después de ser reajustados en el que tenían. O por la actitud hostigadora de una pareja demandante que presiona y presiona.

Es interesante observar que tanto el “machismo” como el “mandilismo” son el perfil psicológico instalado en la personalidad del hijo varón, por la propia madre. El machismo surge como necesidad de vengarse porque desde que tiene uso de razón ha escuchado a una mujer manipuladora y gritona que lo trató sin respeto.

Convertirse en mandilón es el extremo opuesto, la sumisión. Nadie los entrenó para tener autoestima y autoconcepto (imagen sana de sí mismo), saber imponerse, exigir respeto y parar en seco a quien quiera alzar la voz o abusar. Cuando la mujer es la que lleva la autoridad en todo en la vida del hombre, más temprano que tarde ese hombre es “mangoneado” en lugar de respetado por su mujer.

Otros factores del entorno son el trabajo temporal –no necesariamente por falta de preparación– que concuerda con los altibajos de amor y desamor que les expresa su pareja. Esa actitud se contagia a los hijos, familia política, etcétera.
Pareciera que las expectativas hacia el hombre, como proveedor responsable de la manutención de todas y cada una de las necesidades (o caprichos) de la familia, estallan en violencia en su contra, empezando por faltas de consideración y respeto hacia él.

Los mismos seis puntos de tipo de violencia contra las mujeres. Es decir: violencia psicológica, violencia física con golpes que no son denunciados por la vergüenza de hacerlos públicos y el temor de ser objeto de burlas en todo el vecindario; la violencia patrimonial y económica cuando sencillamente la mujer despoja al hombre de todo cuanto ayudó a construir, lo lanza en medio de la calle, aún después de que ella le haya sido infiel. Incluye despojo de documentos personales que le impidan rehacer su vida, obtener trabajo, daños a los bienes comunes o propios de la víctima.

A veces, aunque la mujer trabaje, es del tipo de persona egoísta: “lo tuyo es mío y lo mío, es mío”. No hay sueldo ni esfuerzo que alcancen. La peor violencia sexual que puede sufrir el varón es el desprecio, la negativa sistemática a tener relaciones íntimas o la infidelidad. 

Otras formas de violencia es cuando la mujer, por venganza, durante o después del divorcio, impide que los hijos vean a su padre y, cuando lo hacen, ella se encarga de envenenarles el alma recalcando todo lo malo que hay en él, mostrándose a sí misma como “mater admirabilis” sin serlo.

¡Decídete a ser feliz hoy!     @_A_lfonsina