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Más lágrimas de las cosas

Me puse a recordar objetos sin los cuales la vida no se podía concebir hace unos lustros, y que ahora son un recuerdo nada más.

1-. La bacinica. La gente no la llamaba así: le decía “bacín” o “bacinilla”, “taza de noche”, “borcelana”, “cotorra”, “necesaria” o “tibor”. Todos esos vocablos eran eufemismos para nombrar al indispensable recipiente que se ponía abajo de la cama y se usaba en la noche para no tener que ir al “común” o excusado, que en las antiguas casas se hallaba lejos de las habitaciones, en algún patio trasero, o en el corral. Las últimas bacinicas en uso eran de peltre —¡qué frías las malditas!—, pero antes las había de porcelana fina. De ahí aquel nombre: “borcelana”. Don Artemio de Valle Arizpe conservaba una, de la época colonial, que en el fondo tenía pintado un ojo abierto, con una leyenda que decía: “Te estoy viendo”.

         2-. La vara de varear. Sólo algunos hogares la tenían, pues el fatigoso trabajo de varear la lana de almohadas y colchones a fin de volverla suave y esponjosa era generalmente reservado a vareadores que ofrecían sus servicios de casa en casa y llevaban sus propias varas. Eran estas varas de membrillo, largas y flexibles; silbaban como un látigo al usarse. Por lo menos una vez cada año había que lavar la lana, luego secarla al sol y después varearla para que no quedara apelmazada y dura, sino esponjosa y blanda.

         3-. El molinillo. Con él se batía el chocolate para sacarle aquella espuma sabrosísima que era el ornato principal de una taza de la humeante y aromática delicia. En todas las casas de Saltillo, aún en las más pobres, se bebía chocolate. Era lujo que no podía estar ausente en el desayuno y la merienda.

Ahora ya casi nadie entre nosotros toma chocolate como alimento diario. Necesita uno ir a Oaxaca para encontrar nuevamente al chocolate en calidad de bebida cotidiana, sólo que allá lo toman en agua, cosa que aquí se habría juzgado sacrilegio. Antes el chocolate se hacía en las casas moliendo el cacao en el metate y mezclándolo con azúcar, canela, vainilla y otras sabrosuras. Aquel maravilloso “chocolate de metate” fue luego sustituído por chocolates comerciales, algunos sabrosísimos y de excelente calidad, como el tradicional chocolate de “El Oso”, que llegaba a todos los hogares saltillenses en su envoltura de papel café con amarillo. Acerca del chocolate sé una copla:
            
                                          Católico chocolate,
                                       que de rodillas se muele,
                                       juntas las manos se bate,
                                      y viendo al cielo se bebe.
        
4-. El metate. Era una piedra de material volcánico tallada para formar una superficie ligeramente curva, apoyada en tres patas, dos delanteras y una trasera, ésta más alta, que servía para moler el maíz con que se harían las tortillas, o dar a la masa de nixtamal la debida contextura antes de hacerlas. Para moler se usaba otra piedra del mismo material, piedra que acá era conocida como “la mano” del metate, pero que en el sur se llama “metlalpil”, que en náhuatl quiere decir “hijo del metate”. Hay dichos y refranes donde el metate aparece mencionado. 

“Tener comal y metate” con alguien es gozar de su confianza y su frecuente trato. Cuando una mujer no es buena para las faenas domésticas, pero sabe de cosas que al hombre importan más, al menos por la noche, se dice que es “Mala pa’l metate, pero buena pa’l petate”.

Alguien dijo que nada hace tan aburrida una conversación como la nostalgia no compartida. Ojalá estas nostalgias las comparta alguien conmigo.