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Matando a la abulia
Hace apenas unos días falleció, a la plácida edad de 90 años, el actor sueco Max Von Sydow.
Su nombre y lánguida estampa estarán a posteridad asociados con su personaje más conocido, el viejo sacerdote que lucha por expulsar del cuerpo de Linda Blair a aquel demonio con el que está liado en añejo pleito personal en “The Exorcist” (William Friedkin. 1973).
Otro de sus personajes más pintorescos (pese a la cuestionable factura de la producción) fue el antagonista del aventurero espacial, Flash Gordon, en la desastrosa adaptación epónima de 1980, que musicalizara la banda de rock británica Queen. El villano en cuestión (por si no lo recuerda) era un monarca dictador de rasgos sospechosamente orientales e indumentaria también muy de emperador asiático y que, por si fuera poco, ostentaba el nombre de ¡Ming el Desalmado! ¡Ming! Así, como la dinastía china, con título de “Desalmado” y todo, en un planeta cuya paleta de color estaba dominada por el rojo más comunista de todo el Pantone.
Como podrá deducir, el afán propagandístico de EU por sembrar temor en el cristiano y buen corazón del pueblo norteamericano con el fantasma de una potencia extranjera (real o ficticia), no es nada nuevo.
Sin embargo, antes de llegar a Hollywood a interpretar decenas de papeles en igual número de producciones (algunas notables, otras perfectamente olvidables), Von Sydow ya había asegurado su sitio a perpetuidad en la historia del cine de la mano del director Ingmar Bergman.
En “El Séptimo Sello” (“Det Sjunde Inseglet”. Bergman. 1957), con apenas 28 años, Von Sydow encarna a Antonius Block, un caballero que regresa a su natal Dinamarca luego de pelear en las Cruzadas, sólo para encontrar al país y al continente entero devastados por… la peste negra.
No bien posa su planta en la playa el extenuado caballero cuando la Muerte en persona se le aparece para cobrarle el derecho de piso, que no es otro que su vida, misma que acaba de librar apenas de las cruentas guerras contra los infieles.
Antonius Block tiene entonces la brillante idea de seducir a la Muerte con una tentadora partida de ajedrez. Sabedor de que la Parca tiene debilidad por este juego, el caballero gana así algo de tiempo en lo que diseña un plan que le permita seguir con vida.
No es spoiler, esto es la premisa del argumento y ocurre durante los dos primeros minutos del filme, así que si no ha visto esta obra maestra, hágalo ahora que se encuentra en cautiverio, no vaya siendo que de verdad no sobrevive a la pandemia y se muere todo menso creyendo en serio que Avengers es el mayor logro de la cinematografía (“El Séptimo Sello” está disponible gratis en YouTube y con subtítulos).
Mi otra recomendación, si acaso el doméstico cerco de contención sanitaria implementado en su hogar llegara a fallarle, y algún microorganismo travieso se le colara hasta la mera mitocondria, es que una vez que se le aparezca la Muerte, haga lo que Antonius Block, quien se sobrepuso en dos segundos de su muy entendible pasmo para enseguida tratar con la Huesuda de una forma por demás civilizada y polite.
Evite suplicar y plañir por su vida, eso sólo la encabrona más (dicen). Invítela en cambio a pasar, ofrézcale algo de comer o de beber. Es un mero formulismo, nunca come nada, así que no importa si no tiene nada en el refri (sólo se tiene registro de una ocasión en la que se zampó medio guajolote).
Una vez que se pierdan el asquito, invítela a jugar. El juego es su talón de Aquiles, es como una señora de la tercera edad que no puede pasar indiferente junto a los casinos.
Como es más que improbable que sea usted un campeón de ajedrez (y dado que su subsistencia depende de ganarle a la Parca), le aconsejo además que rete a la Muerte en alguna actividad en la que usted sea mucho más competente y, ahí sí, más le vale tener alguna.
Se me ocurre, no sé, que puede desafiar a la Muerte en una partida de Jenga, Damas Chinas o Burro Castigado. No le recomiendo el Risk, porque si algo sabe la condenada Calaca es arrasar una zona geográfica específica en un santiamén. En cambio le sugiero el UNO, más no olvide conservar siempre una carta reverse o skip con que cerrar la partida. Así, si no le gana a la Muerte, de perdido se lleva a otro de los jugadores que no sea usted (no sé qué tan apegado sea a sus “bendis”, ok no dije nada).
Y ya si se encienden los ánimos, se pueden aventar todo un torneo de FIFA-2020 en Xbox o PS4, pero déjele escoger primero su equipo, no sólo por elemental cortesía y por ser ella la invitada, sino porque… bueno, ¿necesito recordarle que es la Muerte?
Dado que el Gobierno ordenó ya la suspensión de clases, eventos públicos, deportivos y religiosos, así como el cese de operaciones de bares, cines y restaurantes –y a poco o nada estamos de que la autoridad haga realidad su sueño húmedo de declarar una ley marcial que le faculte a dispararnos sin mayores explicaciones–, vamos a necesitar echar mano de todos los juegos y pasatiempos disponibles, ya sea en el armario o en línea, para espantar la llamada fiebre de las cabañas, ese estado psicótico provocado por largos periodos de enclaustramiento.
Sobre las implicaciones económicas y sociales de esta parálisis ya habremos de disertar conforme transcurran estos largos los días en los que intentaremos ganarle a la Muerte en su propio juego, el del aburrimiento.
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