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‘Mi mulita se perdió...’
Las tradiciones son muy tradicionales. Pasan de padres a hijos, como las pecas o la miopía. A veces, sin embargo, esa trasmisión se interrumpe, y una generación ya no recibe lo que tuvo la otra. Debemos cuidar las tradiciones, digo yo, pues si se pierden también nosotros nos perdemos un poquito. A los ecologistas les preocupa mucho -y con razón- que alguna especie animal o vegetal entre en vías de extinción. Sin embargo nadie se preocupa de que una tradición esté en peligro de acabarse.
Suelo contar un chiste, el del conferenciante que dice: “Nadie sabe lo que sigue después de la muerte”. Levanta la mano una señora: “Yo sí sé. Siguen la chalupa, la bandera y el bandolón”. Cuando digo esa historietilla ante un público de adultos, todos la celebran; cuando la digo ante una audiencia de jóvenes ninguno se ríe. No entienden el cuento, porque ya no juegan a la lotería. Sus juegos son los electrónicos; ya no saben del valiente, el apache y el diablito, ni han dicho nunca el grito jubiloso: “¡Buena por acá!”. Se pierde una tradición que fue para nosotros entrañable.
Aunque pasó ya la Navidad, nos queda aún en estos días algo del espíritu navideño, pues todavía faltan por llegar los Reyes Magos. Quiero entonces recoger algunos textos navideños que se me quedaron en el tintero. Por ejemplo, he aquí estos versos para pedir y dar posada, muy distintos de los que se cantan siempre:
-En nombre del Cielo, buenos moradores,
dad a estos viajeros, posada esta noche.
-La hora de pedirla no es muy oportuna.
Marchad a otra parte, y buena ventura.
-Mi esposa padece; por piedad os ruego
que por esta noche le déis el sosiego.
-Esta casa es nuestra; no es de todo el mundo;
yo la abro a quien quiero, y abrirla no gusto.
-Mirad, buena gente, que es mi esposa amada,
la Reina del Cielo, Madre de la Gracia.
- Una reina tiene soberbios palacios,
y ahí a toda hora le abren sus vasallos.
-De Dios los vasallos somos todos. Luego,
abrid, y que pase la Madre del Verbo.
-¡Pase la escogida, la niña dichosa,
y bendiga al alma que alegra la adora!
No he vuelto a escuchar, tampoco, un villancico que se oía otrora, muy tierno. Decía en una de sus estrofas:
Mi mulita se perdió,
y la lloro con razón,
porque en ella le llevaba
al Niño su colación.
Es triste, tristísimo, que se extinga un ave, o una flor. Pero también es muy triste que se extinga una canción, o que una tradición desaparezca.