Usted está aquí
Mirador 01/12/16
Mi casa se ha llenado con los colores de la Navidad, con sus aromas -¡ah, los buñuelos; ah, el ponche; ah, los tamalitos!- y con sus recuerdos.
Mis padres me enseñaron a gozar los días navideños. ¡Con qué ilusión los esperaba yo! Nos llevaban a mis hermanos y a mí a ver los escaparates de las tiendas, colmados de juguetes. Yo miraba con ojos muy abiertos el tren eléctrico de la marca Lionel. Decía mi papá: “Esos se descomponen luego luego”. Después veía el juego de soldaditos de madera. Comentaba mi padre: “Ésos salen muy buenos”. Yo sabía entonces que Santa Clos me iba a traer los soldaditos de madera, y no el tren eléctrico de la marca Lionel.
Soy todavía un poco niño. En horas de la madrugada, cuando la casa duerme, voy a la sala, enciendo las luces del pino navideño y me siento en mi sillón a verlo.
Vuelvo a vivir aquellos días en que no había tristezas. Y pienso… Pienso mucho… Sé que mi Navidad llegará pronto. Espero que no llegue antes de la Navidad.
¡Hasta mañana!....