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Mirador 03/02/16
San Virila salió de su convento. Iba a la aldea a pedir pan para sus pobres.
En el camino se le alegró el corazón al ver la hermosura del paisaje. Había llovido, y el campo estaba lleno de flores renacidas. Sobre el azul del cielo se dibujaba un arco iris. Por el viento llegaban las voces de la esquila que anunciaba el ángelus.
En eso San Virila vio a una niña que lloraba, triste. Le preguntó por qué lloraba. La pequeña le dijo entre sus lágrimas que iba a la fiesta de su escuela. Todas sus compañeras llevarían hermosos vestidos, y ella no, porque sus padres eran pobres. Se iba a sentir avergonzada.
El frailecito hizo un ademán. El arco iris vino y se enredó en la niña. Ahora ella tenía el vestido más bello del mundo.
–¡Gracias, gracias! –exclamó, feliz. Le pidió San Virila:
–Te encargo mucho el arco iris. No es mío.
¡Hasta mañana!....