Mirador 04/01/18

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Mirador 04/01/18

A la edad de 50 años Salim ben Ezra, califa de Bagdad, se enamoró perdidamente de Aixa, que tenía 17.

Por ella dejó a su esposa y a sus hijos. Por ella dejó de tener trato con sus padres y sus hermanos. Por ella perdió todos sus amigos. Por ella abjuró de su religión.

Por ella, finalmente, perdió su trono.

Nada de eso le importó.

Pobre; olvidado de todos; de todos desdeñado, vivía con su amada en un tugurio donde sólo tenían para comer potajes de lentejas y pan duro.

Pero Salim ben Ezra era feliz. La hermosura y el amor de Aixa hacían que no se extinguiera en él la llama de la varonía, y todas las noches la hermosa mujer lo transportaba a paraísos que había olvidado ya.

Quienes lo conocieron en el apogeo de su poder y su riqueza lo veían ahora y comentaban por lo bajo:

-¡Pobre!

Quienes sabían de su amor lo miraban y le decían en voz alta:

-¡Feliz tú! 

¡Hasta mañana!..