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Mirador 05/05/17
¿Qué dicen, que se dicen, qué me dicen en medio de la noche los muebles de la casa del Potrero?
Todo es silencio en esas largas horas, y de pronto el alto ropero cruje, o se queja la castaña –así se llama acá el baúl–, o deja escapar un gemido la cama grande donde murió el abuelo.
En la noche se ve menos, pero se oye más. El leve roce de una cortina suena a vendaval. Cuando las lluvias del verano llueven se diría que por los techos va pasando un batallón.
Así con estos ruidos de los muebles. El crujido del ropero es como un grito universal. La queja de la castaña es un clamor unánime. El gemido de la cama hace pensar que todo el mundo está llorando.
Yo escucho en la soledad –en mi soledad– el vocerío y me parece que para mí solo son todos esos ruidos. Los mueblen crujen, se quejan y gimen para que yo los oiga. Me empequeñezco a fin de que las voces pasen sin verme y desaparezcan en la noche. Pero siempre me encuentran. Estoy poseído por la voz de las cosas que fueron.
¡Hasta mañana!...