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Mirador 05/07/17
¿Recuerdas, Terry, la vez que se soltó el perro de Juan Gauna?
Enorme era ese perro, y bravo, pues siempre lo tenían amarrado. Aquel día rompió la cuerda que lo ataba y se lanzó furioso hacia nosotros, que en ese momento pasábamos frente a la casa. Mi esposa y yo nos pusimos frente a los niños, para protegerlos, y esperamos la acometida del animal.
Entonces, Terry, tú fuiste contra él, abiertas las fauces, erizado el pelo. Eras pequeño de tamaño -al fin un cocker spaniel- pero atacaste al que nos atacaba. El perrazo se detuvo, vacilante, y luego se escurrió hacia su lugar.
Tú, sin quitarle la vista, esperaste a que nos alejáramos, y luego te reuniste con nosotros como si nada hubiera sucedido. Mis hijos te abrazaron, y mi mujer te dijo: “Gracias, Terry”.
Me sigues protegiendo, perro mío. Cuando tengo un mal sueño te apareces, y tus ladridos hacen que la pesadilla se disipe. Estoy tranquilo: sé que a la llegada de la sombra estarás tú para cuidarme de ella. Las tinieblas huirán al verte. Entonces te abrazaré y te diré de nuevo: “Gracias, Terry”.
¡Hasta mañana!...