Usted está aquí
Mirador 05/09/16
A quienes habían vivido como animales los ayudaba a morir como seres humanos.
Nunca aspiró a remover las estructuras de la sociedad. Su idea —su ideal— no fue transformar los sistemas económicos o políticos. Su misión era de amor. Decía a sus hermanas, a sus hijas: “No somos trabajadoras sociales. Nuestra tarea es aliviar el dolor de Cristo en nuestro prójimo”.
No hizo la caridad. Ella se hizo caridad. Sabía que en todas partes debe haber amor, porque en todas hay pobreza; no sólo pobreza del cuerpo, que es la única que ven los que no miran bien, sino también pobreza de las almas. Y supo que ambas pobrezas han de ser atendidas por igual.
A quienes iban a Calcuta a unirse a su trabajo les preguntaba:
—¿De dónde vienes?
Las respuestas eran muy variadas: de Estados Unidos, de Francia, de Inglaterra… O bien: de México, de Argentina, de Brasil… Y ella:
—Vuelve allá. En tu país también hay Calcutas.
La Madre Teresa… Ya es Santa. Siempre fue Santa.
¡Hasta mañana!...