El ladrón nocturno entró sin hacer ruido en el departamento.    

Cruzó la sala con pasos silenciosos. La puerta de la alcoba estaba abierta. Sobre el lecho se hallaba la mujer. Su respiración acompasada mostraba que dormía profundamente.

En la penumbra de la habitación se acercó a ella y la contempló. El tenue resplandor que llegaba de la calle dibujaba la silueta de su cuerpo. Podían adivinarse sus formas, incitantes bajo la cobertura de la sábana.

Lo acometió la tentación de apartar la leve tela para mirarla mejor. Tras un momento de vacilación lo hizo. ¡Qué hermosa era! La blancura de sus brazos y sus piernas le parecieron lampo de luz en medio de la oscuridad.

Dejó en el suelo el maletín donde llevaba sus herramientas y empezó a desnudarse. Prenda por prenda se quitó la ropa.
Cuando acabó de desvestirse el ladrón nocturno se puso la piyama y se acostó a dormir al lado de su esposa.

¡Hasta mañana!...