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Mirador 06/01/17
El rey Cleto no creía en nada aparte de en sí mismo.
Un día le dijo, burlón, a San Virila:
-He oído que has convertido a millares de incrédulos y los has hecho tener fe. A ver: conviérteme a mí.
El frailecito hizo un leve movimiento de su mano, y el rey Cleto quedó convertido en sapo.
Se volvió San Virila hacia a los estupefactos cortesanos y les dijo con una sonrisa:
-Su Majestad no me dijo en qué quería que lo convirtiera.
Con eso se convirtieron los cortesanos.
El humilde monje hizo otro movimiento, y Cleto dejó de ser sapo y volvió a ser rey.
Lo vio San Virila y comentó:
-Creo que se veía mejor antes.
¡Hasta mañana!...