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Mirador 08/10/16
Me habría gustado conocer a Miss Gladys O’Leary.
Cierto domingo el pastor de su iglesia estaba predicando un sermón sobre el tema: “Dejad que los niños vengan a mí. Lucas, 18:16”.
En eso un bebé empezó a llorar. Molesto por el llanto de la criatura el reverendo le pidió de mal modo a la madre que se llevara al niño. Mientras la mujer salía, avergonzada, el reverendo dijo:
–No deberían traer criaturas a la iglesia.
Entonces Miss O’Leary se levantó de la banca, fue hacia el predicador y le dio con su sombrilla en la cabeza.
Luego se encaminó a la puerta al tiempo que decía:
–Las palabras sin obras están muertas. Miss Gladys, 1:1.
Me habría gustado conocer a Miss O’Leary. A los 90 años sabía que decir bien y actuar mal es mal decir.
¡Hasta mañana!...