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Mirador 09/06/16
El rey Cleto ordenó que en todos los confines de su reino dejara de tener efecto la ley de la gravitación universal.
Firmó el decreto que contenía su real orden, y en seguida le pidió a su primer ministro que se arrojara por la ventana a fin de ver si la gravitación había obedecido su orden.
El ministro balbuceó una excusa. Dijo que si ponía a prueba a la ley de la gravitación universal la ofendería, pues eso sería poner en duda su obediencia a las ordenanzas del monarca y su lealtad a la corona.
Entonces el monarca se lanzó él mismo al vacío. Nunca lo hubiera hecho: se dio en el suelo un tremendo batacazo que estremeció la tierra. El soberano se puso en pie, maltrecho y dolorido; se frotó las reales posaderas y luego dijo con disgusto:
—Creo que la ley de la gravitación universal no obedeció mi orden. Búsquenla y métanla en prisión.
Los guardias del rey salieron a buscar a la ley de la gravedad. Entiendo que no la han encontrado todavía, pero de cualquier modo continúan buscando. Nadie debe desobedecer al rey.
¡Hasta mañana!....