Mirador 12/08/16

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Mirador 12/08/16

 Jean Cusset, ateo con excepción de la primera vez que visitó la catedral de Chartres, dio un nuevo sorbo a su martini —con dos aceitunas, como siempre— y continuó:

—Detesto a los hombres —y a las mujeres— que por ser iglesieros creen tener amistad personal con Dios, y tratan a los demás como pecadores excluidos de la gracia del Señor. Admito que Dios está en las iglesias —Dios está en todas partes, incluso en las iglesias—, pero está sobre todo en el corazón de quienes lo aman; de aquéllos que en su nombre hacen el bien por el bien mismo, no por el temor a un castigo o la esperanza de una recompensa. El amor es el que salva, no los ritos. Si los rituales sirven para encender la llama del amor, y difundirla, entonces serán buenos. Pero serán muy malos si sólo sirven para fomentar el egoísmo y la vanidad.

Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre. 

¡Hasta mañana!...