Usted está aquí
Mirador
Este amigo mío tuvo un infarto.
Iba manejando su automóvil y sintió un dolor intensísimo en el pecho. Apenas pudo llegar al hospital más cercano. En la sección de urgencias se desvaneció. Cuando recobró el sentido un médico le dijo lo que le había pasado. De haber tardado en llegar unos minutos más seguramente habría muerto.
Ahora mi amigo está convaleciendo en su casa. Su convalecencia es penosa: tuvo que dejar el cigarro, en buena parte la causa de su problema. Para animarlo le conté una anécdota de don Manuel Ávila Camacho, quien fue Presidente de México. También a él le dio un infarto. Y hablaba de una señora mexicana que mandó pedir una vajilla a Francia. La vajilla llegó bien, con excepción de un plato que sufrió una fisura. La señora les decía a sus criadas: “Cuiden el plato rajado”. Al paso del tiempo todos los platos se quebraron, menos el rajado, por los cuidados que se tenían con él.
–Yo soy el plato rajado –decía don Manuel–. Voy a vivir muchos años.
Los vivió. Y dice mi amigo con una sonrisa de esperanza:
–Yo también seré el plato rajado.
¡Hasta mañana!...