Usted está aquí
Mirador 17/03/16
Mi amigo Harry Davis, antiguo compañero mío en la Universidad de Indiana, me visitó en Saltillo, y lo llevé al Potrero de Ábrego. Ahí conoció a don Abundio. El viejo le preguntó:
–Perdone, señor: ¿de dónde es usted?
–De Nueva York –contestó Harry.
–¿Dónde queda eso? –quiso saber don Abundio.
–En los Estados Unidos –contestó mi amigo–. Al noreste.
–¿Muy lejos de aquí?
–No sé con exactitud. Unos 3 mil kilómetros, quizá.
–¿Y a qué distancia de Saltillo?
-Lo mismo, aproximadamente.
–¿Y de la Villa? (Cuando la gente del Potrero habla de la Villa se refiere a Santiago, Nuevo León).
–También lo mismo, más o menos.
–¿Y cuánta gente vive donde vive usted?
–Unos 10 millones.
–¡Pobres! –exclamó don Abundio compadecido–. ¡Tantos que son y tan lejos que viven de todo!.
¡Hasta mañana!....