Mirador 17/08/17

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Mirador 17/08/17

Los duraznos del Potrero tienen fama, lo mismo que su maíz.

Cuando alguien dice: “Este durazno es del Potrero” es como si dijera: “Este fruto es el del paraíso”. Y cuando alguien habla del maíz potrereño es como si hablara del maíz de la creación, del original y primigenio.

Los duraznos del Potrero –¿sabes? – saben a durazno. No saben a aserrín ni a engrudo ni a cartón, como esos duraznotes grandototes, maquillados que se venden en algunas partes. Nuestros duraznos están hechos de sol y tierra y agua; no de química y farmacia.

¿Y nuestro maíz? Si un día alcanzas la gloria de comer una tortilla hecha con nixtamal de maíz potrereño, sabrás lo que es una tortilla de verdad.

Cosas de poco ser son una tortilla y un durazno. Pero en ella y en él caben todo el mundo y todo Dios. Sobre mi mesa humean ahora las tortillas hechas por mano de mujer, y en un canastillo los duraznos ponen su terciopelo, su aroma y su color. Aquí la comida es belleza y la belleza es comida. Digamos una acción de gracias. Laus Deo. Alabado sea el Señor.

¡Hasta mañana!...