Mirador 18/06/16

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Mirador 18/06/16

Entre Dios y los hombres, los poetas.

Ellos traducen para los humanos el misterioso lenguaje de la Divinidad, y le dicen a Dios lo que los hombres, mudos por más que hablen, no le pueden decir.

Los humanos hacen las palabras en la mima forma que el tiempo hace el diamante en bruto. El poeta las toma y les da brillo, como hace el lapidario con la piedra, y las convierte en joyas. Cuando encuentro palabras hermosas las guardo para que abrillante mis oscuridades con su luz.

Dos versos de San Juan de la Cruz, el segundo bellamente cacofónico, forman una de esas gemas: “… y déjame muriendo /  un no sé qué que quedan balbuciendo...”.

Una cuarteta de Carlos Pellicer es otra de esas maravillas: “... ¿A dónde se fue Peñíscola / que no la encuentra la mar? / El sol griego con su disco la / divierte en medio del mar…”

Si no existiera Dios no habría poetas. Me pregunto: si no hubiera poetas ¿existiría Dios?

¡Hasta mañana!...