Mirador 19/02/16

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Mirador 19/02/16

Aparte de ese gran libro que escribió Dios en millones de tomos y que se llama la naturaleza, no hay cosa mejor que los buenos libros escritos por los hombres. Yo me entristezco al ver una casa sin libros, porque es como si no tuviera puertas o ventanas.

Los libros clásicos son la voz viva de los hombres muertos. En ellos está lo que pensaron y dijeron los mejores ejemplares de la especie humana. Cuando entro en una biblioteca escucho mil voces que me reclaman, como en una hermosa feria: “¡Eh, ven aquí! Soy Homero y quiero contarte algo muy interesante que le pasó a Ulises en su camino a Itaca”… “¡Acércate! Soy Shakespeare, y voy a hablarte acerca de las dudas de los hombres, de su ambición, sus celos, su avaricia y su amor”... “Escúchame. Soy Cervantes y quiero mostrarte tu retrato en el retrato de dos hombres que inventé”… Ansiosamente nos llaman, a nosotros, que tenemos ojos para leer y no leemos. Saben que hallaron la verdad, la belleza, el bien, y nos quieren regalar esos preciosos dones.

Por eso, para acallar ese vocerío de amor desesperado que nos ensordecería, hay en las bibliotecas el letrero que dice: “Silencio”. No es para los que llegan. Es para los que están ahí.

¡Hasta mañana!....