Mirador 21/09/17

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Mirador 21/09/17

Me habría gustado conocer a Dorothy Parker, poeta, crítica y humorista norteamericana.

(Dicho sea de paso, no sé cómo pueden ir juntos esos tres oficios).

Era famosa por su ingenio, y por su ingenio era también temida. Sus opiniones eran lapidarias. A propósito de una estrella de cine que intentó ser actriz de teatro escribió en su crónica para “The New Yorker”: “Vengan a ver a Fulana recorrer toda la gama de las emociones humanas de la A a la B”. Tenía ocurrencias peregrinas: a su canario le puso por nombre “Onán” pues, decía, derramaba su semilla en la tierra. Cuando se anunció que había fallecido el Presidente Calvin Coolidge, hombre callado y de rostro inexpresivo, preguntó: “¿Cómo saben que está muerto?”. Refiriéndose a cierta rival suya dijo: “Habla 18 idiomas, y en ninguno de ellos puede decir que no”.

Vida muy solitaria vivió Dorothy Parker. Igualmente solitaria fue su muerte. Sus ingeniosidades le ganaron pocos amigos y muchos enemigos. Quizás habría sido al revés si hubiera aprendido que el arte de la risa consiste en reír con los demás, no de los demás.

¡Hasta mañana!...