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Mirador 21/11/17
–Quiero que me hagas una casa –le dijo en la cantina don Acisclo, el ricachón de aquel pueblo de pescadores, al Tonto Licho, el loco del lugar.
Al decir eso les guiñó el ojo a sus amigos. Ellos sonrieron, cómplices de la broma. Y es que Licho decía ser, a más de médico y abogado, ingeniero, arquitecto y albañil.
–Se la hago –respondió Licho– si me invita una cerveza y me da 100 pesos de adelanto.
–La cerveza aquí la tienes –contestó don Acisclo tendiéndole una–. Pero has de saber que quiero que la casa me la construyas en el mar. Si te doy los 100 pesos ¿cómo sabré que cumplirás el trato?
Ofreció Licho:
–Lo cumpliré si usté cumple su parte.
–Muy bien –aceptó el rico–. Aquí tienes el dinero. ¿Cuándo empiezas la casa?
Replicó el loco embolsándose el billete:
–Cuando me arrime usté los materiales.
Loco quizás era el tal Licho. Pero tonto no.
¡Hasta mañana!...