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Mirador 23/03/16
Pocos recuerdan ya las siete obras corporales de misericordia que el buen Padre Ripalda enunció en su famoso Catecismo: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, dar posada al peregrino, visitar a los presos, enterrar a los muertos...
La caridad, entendida como el hecho de dar al que no tiene, se considera ahora cosa anacrónica, obsoleta. Antes la gente hallaba gozo espiritual en ser caritativa. Ahora se razona con zarandajas tales como ésa de no dar el pescado, sino enseñar a pescar, y se piensa que dar es función que corresponde exclusivamente a los gobiernos.
Y sin embargo sigue habiendo pobres. No necesitan discursos o tesis sociológicas; necesitan pan que los alimente, ropa que los vista, techo que los cubra… Poner en práctica aquellas sencillas obras de misericordia es hacer el bien.
¡Hasta mañana!....