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Mirador 24/02/16
Los durazneros abrieron ya sus flores.
Son de color de rosa. Cada una tiene el tono, la tersura y el aroma de una mejilla de muchacha.
A su vista se me alegra el corazón y se me entristece el alma.
Mirarlas es un gozo. Pero aún no pasa este febrero, que es mes de heladas traicioneras. Temo que un cierzo inesperado mate en flor la promesa de los frutos.
Estos árboles tienen el ímpetu de la juventud, y su imprudencia. No son como los nogales, viejos que han visto pasar los años y que por eso saben esperar. Sólo florecen cuando tienen la certidumbre de que los fríos se han alejado ya.
No reprendo a los durazneros por su imprevisión. Nadie tiene derecho a reprender a un árbol. Pero cada mañana miro el cielo para ver si hay en él nubes de amenaza. Me sentiré tranquilo sólo cuando el nogal del huerto dé sus flores. Él es maestro de la vida, y sabe el tiempo justo en que la vida puede florecer.
¡Hasta mañana!....