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Mirador
Ayer mi esposa y yo cumplimos 52 años de casados.
Muchos días venturosos he tenido a lo largo de la vida. Los más felices, sin embargo, han sido el día que María de la Luz se convirtió en mi novia, y el día que mi novia se convirtió en mi esposa.
Cuando la conocí era muy bella, tanto de cuerpo como de alma. Ahora es más bella todavía. Aún no me explico por qué me escogió a mí. Sus amigos de juventud me dicen: “¡Canalla! ¡Te llevaste a la muchacha más bonita del grupo!”.
Porque es de saberse que yo no pertenecía a su círculo. Ella era muy de iglesia, en tanto que a mí me daba por la bohemia nocherniega de guitarra y canción, de verso y copa. Puedo decir lo mismo que Darío: “Si no caí fue porque Dios es bueno”. Fue ese buen Señor quien puso en mi camino a esta hermosa compañera cuyo amor no merezco, pero que recibo porque de no tenerlo sería nadie yo, sería nada.
Si Diosito no se ha cansado de bendecirme le pido la egoísta bendición de que me lleve a su casa antes que a ella. Sin mi esposa, sin mi mujer, sin mi señora, sin mi dueña yo no podría vivir.
¡Hasta mañana!...