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Mirador 25/03/16
Reunidos estaban los fariseos. Sus regias vestiduras bordadas de pedrería y oro brillaban a la luz de los últimos rayos del sol.
Con los fariseos estaban los sumos sacerdotes de tiaras majestuosas, y los escribas, diestros en descifrar las escrituras y en penetrar todos los misterios. Estaban los sabios, y los hombres cuya voz resonaba en los altares al ofrecer los sacrificios.
Estaban ahí, pues, los dueños de los misterios sagrados, en su templo construido en lo alto de la ciudad, por arriba de los hombres.
Dijo el sumo sacerdote:
—Cristo anunció que resucitaría.
Se hizo un hondo silencio en la asamblea.
—Debemos evitar eso —continuó el sumo sacerdote—. Porque si Cristo resucita ¿qué será de nosotros?
¡Hasta mañana!...