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Mirador 26/10/17
Llegó el número uno y declaró sin más:
–Soy el número uno.
No me sorprendió nada su presentación: a muchos he oído decir que son el número uno. Poco tardo en darme cuenta de que no los son: uno resultó ser el número 725; otro era el 2002, y no faltó quien fuera el número 3.404.736.
Aun así le dije cortésmente:
–Pase usted y siéntese. Estas son las bancas destinadas a los que dicen ser el número uno.
–Yo lo soy en verdad –se atufó.
–Todos dicen lo mismo –respondí–. Quienes se sienten el número uno están convencidos de que verdaderamente son el número uno. Ninguno de ellos lo es. Y usted tampoco; perdóneme que se lo diga.
Preguntó con molestia:
–¿Quién es entonces el número uno?
–Todos lo somos –contesté–, y ninguno.
Parece que no lo convencí. Eso me convenció de que no era el número uno.
¡Hasta mañana!...