Mirador 27/01/17

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Mirador 27/01/17

Yo siento amor por las palabras, entre otras cosas porque de ellas vivo.

Cuando hablo con la gente campesina de Ábrego me sucede lo mismo que a don Francisco J. Santamaría, gran lexicógrafo, Gobernador que fue del estado de Tabasco. Los lugareños iban a tratarle algún asunto, y al hacerlo usaban sus palabras y expresiones. Oía don Francisco alguna que le llamaba la atención y de inmediato interrumpía al hablante:

—A ver, a ver, a ver. ¿Cómo dijiste?

Tomaba una libreta, apuntaba la locución o el vocablo y le pedía al que lo había dicho que le aclarara su significado. Cuando el visitante concluía su explicación don Francisco se la agradecía cumplidamente y lo despedía luego con afabilidad, de modo que el aturrullado peticionario se iba sin haber planteado su solicitud.

Las palabras son fruto de siglos, bien valioso. Por eso me duele verlas tan mal usadas en las redes sociales. No hablo de faltas a la ortografía. Hablo de faltas a la dignidad humana; hablo de las injurias que proliferan ahí, de las graves ofensas y bajunos denuestos en que se muestra lo peor que hay en el hombre. No deberíamos tolerar esas ruines manifestaciones, y menos aún difundirlas. ¿Libertad de palabra? No. Burdo atentado contra ella y contra las personas.
¡Hasta mañana!...