Mirador 28/07/17

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Mirador 28/07/17

Un fantasma aparece cada noche en nuestra casa del Potrero de Ábrego.

Debe tener la misma edad de la casona, pues al igual que ella se mira fatigado, y cruje a cada paso como si se fuera a caer. No nos asusta ya, por eso, y hemos llegado a quererlo igual que a un miembro más de la familia.

Hace unas noches quise platicar con él. A fin de no asustarlo con la luz del foco encendí una vela —le es más familiar—, y a su débil fulgor inicié la conversación. Le pregunté de quién era fantasma. ¿De algún abuelo o bisabuelo? ¿De algún remoto antepasado cuyo nombre ni siquiera recordamos ya?

No respondió. Los fantasmas generalmente no responden; son casi siempre silenciosos. Se levantó del sillón donde se había sentado y se dispuso a irse. Antes, sin embargo, sopló sobre la vela para apagarla. No se apagó la vela, como si el aire del fantasma fuera igualmente fantasmal. Callado, callado siempre se alejó y se perdió en la oscuridad de las habitaciones.

 Me dispuse a ir a la cama. Quise apagar la vela con un soplo. Tampoco se apagó.

¡Hasta mañana!...