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Mirador 31/01/18
El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.
– Dime, Señor –le preguntó–. ¿Por qué existe la muerte?
– Dime, Soárez –le respondió Jesús–, ¿por qué existe la vida?
– No comprendo.
– La vida y la muerte son las dos monedas de una misma cara, si me perdonas el juego de palabras. Esa cara soy yo, disculpa mi inmodestia. En mí confluyen la muerte y la vida, constante espiral de principio y fin, de fin y de principio. Ese ciclo no terminará sino hasta que todo llegue otra vez a mí. Entonces la muerte se convertirá en vida, en vida eterna.
– No entendí nada, Señor –declaró el padre Soárez–. Si me perdonas el atrevimiento te diré que en ocasiones hablas como teólogo.
Exclamó Dios asustado:
– ¡Yo me libre!
¡Hasta mañana!...