Mitos médicos (Segunda de dos partes)

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Mitos médicos (Segunda de dos partes)

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Muchas de las falsas creencias relacionadas con la nutrición, la salud y los hábitos, obedecen a leyendas y malas interpretaciones. Pondremos en claro varias de ellas.

No se inquiete si duerme en una habitación con plantas, ni crea que la comida procedente de la agricultura tradicional está llena de pesticidas. Del mismo modo, no confíe en aquellas personas que le digan que solo puede usar el 10% de su cerebro.

Las falsas creencias que campean sobre el estilo de vida, la salud y los hábitos de consumo, vienen de miedos y generalizaciones que pasan por alto los avances científicos.

Comer de noche le hará engordar
Comer a una hora determinada no es lo que nos hace engordar. Lo que nos pone a ganar ‘kilos’ es ingerir más calorías de las que nuestro organismo es capaz de metabolizar, sea de noche o de día. Las variaciones hormonales reguladas por el ciclo circadiano (noche-día) pueden modificar la apetencia o la sensación de saciedad, pero comer una dona de chocolate, acompañada de un refresco de cola, le proporcionará las mismas calorías, cualquiera que sea la hora a  la que la ingiera. 

La comida  ‘eco’ es más sana y nutritiva
Los productos con las etiquetas ‘eco’ y ‘orgánico’ no son más nutritivos. Lo que pasa es que esos alimentos han sido producidos de forma más natural,  y por eso pensamos que en ellos se han utilizado mejores prácticas que en la agricultura convencional. 

Lo que sí es cierto es que la diversidad propia de la agricultura ecológica, que tiende a cultivar diferentes variedades en un mismo campo de producción, logra una mayor resistencia al ataque de ciertas plagas y enfermedades, razón por la cual en la agricultura ecológica no se utilizan tantos químicos sintéticos.

Pero no existe evidencia científica de que los alimentos ecológicos u orgánicos sean más nutritivos y saludables.

En los cultivos ‘bio’ se permiten fungicidas como el sulfato de cobre, que no son sales inocuas, ya que su presencia puede ser tan tóxica como algunos pesticidas tradicionales.

Lo que más suele seducir de los alimentos ecológicos es la producción de proximidad y el hecho de que beneficia a los pequeños agricultores. 

Hay que dormir ocho horas 
Los ritmos circadianos —los que se repiten cada 24 horas— han sido estudiados desde hace mucho. Por ellos se sabe  que los niveles de melatonina    —la hormona responsable del ciclo sueño-vigilia— dependen de la cantidad de luz que prevalece en el ambiente en un momento dado. 

Eso significa que nadie está en condiciones de decirle a otro cuánto ni cuándo debe dormir.

Por otra parte, las características y necesidades de sueño cambian con la edad. Los estudios han demostrado que el tiempo total de sueño y el sueño profundo disminuyen con el envejecimiento, mientras que el número de despertares nocturnos y el tiempo que se pasa despierto durante la noche aumentan con la edad. 

Esos cambios obedecen a los procesos circadianos y homeostáticos que regulan el sueño y que también generan cambios fisiológicos y psicosociales propios de la edad.

La ciencia nos dice —eso sí— que por lo general dormimos menos de lo que deberíamos en los días laborables y algo más de lo debido en los no laborables. Es lo que se ha dado en llamar el ‘jet lag’ social. Pero si es importante que estemos conscientes de que el sueño es esencial para la salud y de que los trastornos del mismo acarrean una gran diversidad de problemas. 

La lengua solo detecta 4 sabores en áreas específicas
Según un famoso ‘mapa de la lengua’ publicado en 1902, ese órgano solo puede captar cuatro sabores: dulce, salado, ácido y amargo, en áreas específicas.

Hoy se sabe que esos sabores se pueden detectar en cualquier parte de la lengua y que incluso nuestro órgano del gusto puede reconocer el umami, un quinto sabor asociado al glutamato monosódico (un aditivo que a veces se añade a los alimentos).

La razón fundamental por la que el mapa de 1902 es erróneo es porque hoy se sabe con certeza que cualquier zona de la lengua es capaz de discernir cualquier sabor por intenso o leve que pudiera parecer.

También se sabe que las papilas gustativas presentes en la lengua se reponen cada dos semanas, lo cual asegura la sensibilidad de ese órgano a todos los sabores que ingerimos.

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Una planta en el dormitorio le robará el oxígeno 
Al caer la noche, más de uno saca al balcón o terraza sus plantas de interior por temor a que les roben el oxígeno que necesita para respirar mientras duerme. Una idea que procede del descubrimiento de la fotosíntesis, el proceso por el que las plantas durante el día toman el dióxido de carbono del aire y liberan oxígeno, mientras que en las horas nocturnas o en ausencia del Sol, invierten el proceso: liberan CO2 y toman el oxígeno presente en el ambiente.

Sea como fuere las cantidades liberadas de esos dos gases son relativamente pequeñas.

Así que téngalo claro, no pasa nada si las plantas se quedan por la noche en la recámara. Eso es tan válido como cuando acampamos en plena naturaleza, rodeados de árboles, y no nos pasa nada.

Solo utilizamos el 10% de nuestro cerebro 
Es uno de los mitos más antiguos y extendidos, hasta el punto de contar con su propia entrada en Wikipedia. Pero cada vez que se desmiente, vuelve a resurgir.

Si en una charla nos dicen que solo usamos el 10% de nuestro cerebro, nos están engañando. Y si nos dicen lo mismo en un entorno laboral, probablemente quieran explotarnos.

En realidad utilizamos casi todo nuestro cerebro la mayor parte del tiempo y, solo cuando estamos en completo reposo se puede registrar un porcentaje muy bajo de actividad neuronal. 

Lo que sucede es que no en todo momento usamos todas las partes del cerebro. Cada región cerebral es relevante y no sólo por su función principal, sino también por lo que implica para el funcionamiento del resto de las neuronas. 

De ahí el empeño en evitar y tratar enfermedades en las que una parte de nuestro encéfalo se daña, como ocurre con el ictus. Si solo usáramos el 10%, las consecuencias de esas disfunciones no serían tan graves.

Es más, si todas las partes de nuestro cerebro funcionasen a la vez sería una catástrofe, dado que nuestro cerebro dispone de áreas con acciones y reacciones contrarias. Por ejemplo, no podemos estirar y flexionar a la vez nuestro brazo ni abrir y cerrar los ojos a la vez. De hecho, si ambos cosas sucedieran de manera simultánea la resultante sería una especie de crisis epiléptica.

La zanahoria mejora la visión nocturna
Se trata de un mito con un fondo de historia bélica. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Fuerza Aérea Británica (RAF) logró cumplir una operación estando a oscuras en medio de la noche. Para explicar la hazaña, el Ministerio de Alimentación afirmó que los soldados lo habían logrado gracias a la buena visión nocturna que tenían por incluir zanahorias en su alimentación cotidiana.

Esa hortaliza es muy rica en betacaroteno (provitamina A), una sustancia que le otorga su típico color naranja, y que tras la digestión y absorción, se transforma en vitamina A. 

Pero la vitamina A —o retinol— también se puede encontrar en los huevos, la leche, la mantequilla, la carne y el pescado. Y eso es bueno porque se necesitan grandes cantidades de betacaroteno para formar la vitamina A que incluso puede llegar a ser tóxica si usted se da un atracón con puras zanahorias. 

Los betacarotenos son abundantes en la calabaza, papaya, mango, etcétera. Es decir, en todos los vegetales de color anaranjado. 

Es cierto que un déficit de vitamina A puede provocar problemas de visión, como la llamada ‘ceguera nocturna’, pero decir que cuanto más zanahoria se coma, mejor será la visión, es demasiado aventurado. 

(Kristin Suleng/ © Ediciones El País, SL. Todos los derechos reservados)