Moscas en la sopa

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Moscas en la sopa

Fotos: Especial
La teoría darwiniana sigue creando polémica

Por: OMNIA

Las explicaciones de Darwin de cómo las especies cambian a través del tiempo, se han convertido en la base sobre la cual se asienta la biología moderna. Se ha hablado mucho acerca de ello, pero hay ‘una mosca en la sopa’. Y esa mosca podría convertirse en el zorrillo que le ‘aguade’ la fiesta a Charles Darwin.

Lo que pasa es que algunas especies de las llamadas ‘moscas del agua’ tienen su cabeza llena de pequeñas espinas que ahuyentan a los depredadores que tratan de comérselas; pero otras de esas mismas moscas, con secuencias idénticas de ADN, tienen cabezas calvas; es decir, cabezas sin esas espinas.

Lo que hace que las dos moscas difieran no son sus genes, sino las experiencias de sus madres. Si la madre sobrevivió a un enfrentamiento con un depredador, su descendencia tendrá cabeza espinosa. Pero si la madre vivió su vida sin ser amenazada, su descendencia no tendrá espinas en la cabeza.

Y para que las moscas adquieran esas características no tienen que pasar miles de años, como suponía Darwin, sino que sucede en cuestión de días —tan pronto como surge la siguiente generación de moscas del agua.

¿Está poniendo atención a lo que lee?

¿Notó la importancia de lo que estamos diciendo? El mismo ADN, pero diferentes rasgos, y sucede no en mil años sino en una semana.

De alguna manera, la experiencia de la mosca madre ha sido transmitida a su descendencia. En otras palabras, las moscas del agua generan cabezas con espinas inmediatamente, si la madre vivió en un mundo de depredadores; pero de acuerdo con Darwin, el surgimiento de una población de moscas con cabeza espinosa requeriría de muchas generaciones.

Así lo plantea su teoría de la ‘selección natural’ y la ‘variación paulatina y al azar’(‘la Naturaleza no da saltos’, dicen los darwinistas).

¿Podría usted explicarlo? ¿Pueden los hijos heredar el comportamiento de los padres? ¿De qué manera, si la biología nos enseña que los rasgos se heredan solamente a través de los genes?

Esto provoca que a los darwinistas de hueso colorado les den ‘palpitaciones’, por una sencilla razón: lo dicho apesta a la vieja y desacreditada teoría de Lamark…  (O sea que el lamarkismo funciona).

El desafío de Lamark

Jean-Baptiste Lamark (1744-1829) fue un naturalista francés que argumentó que la razón para que las jirafas tuvieran cuellos largos era que sus padres, de cuellos más cortos, los habían estirado para poder alcanzar la comida de la parte más alta de los árboles , y así tener más probabilidades de sobrevivir.

La descendencia de esas jirafas, dijo Lamark, hereda los rasgos que sus padres adquirieron. Pero dado el éxito logrado por la teoría de Darwin, Lamark se quedó a la orilla del camino de la historia.

Sin embargo, nuevos descubrimientos le han dado validez a la herencia de los rasgos adquiridos por los padres —tanto en los animales como en la gente— y están forzando a los biólogos a reconsiderar la teoría lamarkista.

Desde 1999 los científicos de diferentes laboratorios han confirmado que la experiencia que una rata tiene mientras está embarazada, puede dejar una marca en el ADN de sus óvulos.

Por ejemplo, si la ratona come una dieta rica en vitamina B12 y ácido fólico, su descendencia será delgada, saludable y de pelo café —aún cuando tenga los genes que pudieran llevar a hijos gordos, diabéticos y de pelaje amarillo.

El consumo de esas vitaminas parece apagar el switch molecular que acciona el gene de la obesidad/la diabetes/y el pelaje amarillo (y esto ha sido confirmado varias veces por diferentes investigadores).

Volver al lamarkismo

Y aún hay más: existe evidencia de que la dieta de una ratona embarazada puede afectar no sólo el color del pelaje de su descendencia, sino también el de las generaciones posteriores.

¡No manches! Otra vez interesante, ¿verdad?

El nuevo lamarkismo no significa que los padres humanos que hacen pesas les pasan sus músculos a sus hijos, ni que las madres que se pintan el pelo de rojo tendrán niños pelirrojos; sin embargo, la evidencia sugiere que el lamarkismo también funciona en la gente.

En 2005, científicos ingleses encontraron que los nietos de abuelos que tuvieron abundante comida cuando fueron niños, tenían más probabilidades de desarrollar diabetes, que los nietos de abuelos que sufrieron por falta de alimentos cuando pequeños.

La existencia de este tipo de herencia en la cual algo de la experiencia de un padre altera el ADN que él o ella le pasa a los hijos, sugiere que la evolución pudiera suceder mucho más rápido de lo que dicen los modelos darwinianos.

El nuevo lamarkismo promete revelar cómo el medio ambiente afecta el genoma para determinar los rasgos finales de un individuo.

De hecho, la evidencia del nuevo lamarkismo es lo suficientemente fuerte como para asegurar que todavía no se ha dicho la última palabra sobre la herencia y la evolución. (Sharon Begley/Newsweek )

La vieja teoría

Charles Darwin fue el hombre que postuló que las especies se transforman en otras, gracias a la selección que de ellas hace la Naturaleza, sin ninguna intervención divina.

Ese postulado cumple ahora 160 años, pero todavía nos topamos con un hecho chocante: en sociedades tan avanzadas como la de Estados Unidos, el 48 por ciento de sus habitantes acepta que el ser humano fue creado por Dios en los últimos 10 mil años (según esta creencia el Diluvio Universal ocurrió hace 4976 años (es decir, 2967 antes de Cristo.

“Es realmente frustrante y desmoralizador comprobar que la mitad de los estadounidenses no acepta la evolución”, comenta Tim Berra, profesor emérito de la Universidad de Ohio, y autor de un nuevo libro, titulado ‘Charles Darwin, la historia concisa de un nombre extraordinario’ (John Hopkins University Press).

 Y ahora que se conmemoran 210 años del nacimiento de Darwin (él nació en Shrewsbury, Inglaterra, el 12 de febrero de 1809), todavía destaca el interés de los fundamentalistas religiosos en avivar un debate con ‘puntos de vista alternativos’.

Se trata del llamado ‘diseño inteligente’, que argumenta la existencia de una misteriosa intencionalidad o una inteligencia sobrenatural detrás de la aparición de la especie humana.

Y aunque dar al adversario igualdad de oportunidad para expresarse, es un juego muy ‘americano’, lo que debe enseñarse en una clase de ciencia es precisamente ciencia, no religión.

Los tribunalres difieren

Aunque usted no lo crea, hay iniciativas legislativas en media docena de Estados de la Unión Americana —desde Alabama hasta Florida— que pretenden introducir dudas sobre la evolución.

 Todas han encontrado el rechazo de los tribunales, pero eso no ha impedido que el creacionismo se deslice ilegalmente en muchas escuelas del vecino país. Entre el 12 y 16 por ciento de los profesores estadounidenses de biología, muestran simpatía, con el creacionismo.

Por ejemplo, hace 10 años, en el Consejo Estatal de Educación de Texas, Don McLeroy, su entonces presidente, y siete de sus 15 miembros era partidarios del creacionismo. Solo un voto los separaba de imponerlo en las escuelas. McLeroy posee un doctorado y una carrera de ingeniería, y según el diario The New York Times, sus creencias religiosas no suponían interferencia en su tarea educativa, a pesar de que estaba convencido de cosas “increíbles” como la historia de la Navidad, en la que “aquel Niño” nacido en un pajar fue el que hizo el Universo”.

La evolución en el mundo de hoy

También en Europa los antievolucionistas han dado el salto, aunque allí la situación es mucho más compleja. No obstante que el 70 por ciento de los europeos acepta la evolución, se han producido algunos intentos de prohibir su enseñanza de las escuelas.

En 2004, la ministra italiana de Educación, Letizia Morati, retiró la evolución como asignatura “por instigar una perspectiva excesivamente materialista en los estudiantes”, causando con ello un revuelo público.

En Hesse, Alemania, dos colegios enseñaban abiertamente el creacionismo con la bendición del democristiano Karin Wolf, vicepresidente de ese Estado federal.

En Turquía se distribuye literatura creacionista importada desde Estados Unidos por grupos islámicos, ya que la idea de la evolución no es aceptada por el Islam.

Otro ejemplo que rechina es el de Maciej Giertych, miembro polaco del Parlamento Europeo, biólogo y con un doctorado en fisiología vegetal, que no cree en la evolución y organizó una serie de seminarios para transmitir a los parlamentarios la idea de que se está adoctrinando a los estudiantes con una hipótesis falsa.

En España, la incursión de estos grupos es aún tímida, aunque se ha intentado organizar conferencias en algunas universidades, sin éxito.

Y en el Reino Unido, la cuna de Darwin, el grupo denominado Truth in Science (La Verdad en la Ciencia) trabaja activamente enviando material audiovisual a las escuelas para que el ‘diseño inteligente’ sea mostrado como una ‘alternativa’, definiéndolo como una hipótesis —imposible de comprobar científicamente—, que sostiene que ciertas características del Universo y de los seres vivos se explican mejor bajo el concepto de ‘una causa inteligente’.

Sobre su libro

Darwin publicó su libro “El Origen de las Especies”, en 1859. Los ecos de la polémica que causó son muy viejos, y se apagaron poco después. “Eso fue hace 160 años”, nos dice John Van Wyhe, historiador de la ciencia de la Universidad de Cambridge. “En unos 15 a 20 años después de la publicación”, dice Van Wyhw, “la controversia sobre la obra de Darwin finalizó, y la comunidad científica internacional (por lo menos la mayoría) aceptó que él tenía razón sobre la evolución. “Y los que ahora le atacan no solamente desconocen la ciencia, sino la historia”.

Dígase lo que se diga, ‘El origen de las especies’ fue el libro que cambió para siempre la manera como el hombre se ve a sí mismo y al mundo que le rodea. (Selector de Vanguardia)