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Naciones que fracasan
“El nuevo líder de facto lanzó discursos críticos al régimen anterior, del que formó parte, cuestionando la forma en la que se decidían las políticas y determinó que de ahora en adelante la verdad se buscaría a través de hechos y datos y no ideología. Sus colaboradores propusieron principios de reformas económicas que incluían la noción de que las empresas contaran con mayor iniciativa y autoridad para tomar decisiones de qué y cuánto producir. Los precios se determinarían en base a oferta y demanda y no por el gobierno y la regulación debería ser reducida. Esto provocó que el partido definiera que su principal propósito debía ser no la guerra de clases sino la modernización económica. Gradualmente fue consolidando su poder, nombrando a aliados en posiciones clave del partido, Ejército y gobierno, eventualmente quedando a la cabeza del partido y del gobierno, con un control total. Ahora que él y sus aliados reformadores controlaban al estado, lanzaron una nueva oleada de reformas económicas, incluyendo incentivos a la agricultura, empresas públicas con mayor autonomía para elevar productividad, y apertura a la inversión extranjera. Eventualmente se expandieron los incentivos al sector industrial y unos años más tarde se privatizaron empresas estatales”.
Estas medidas transformadoras trajeron un despegue del crecimiento económico de China, bajo el mando de Deng Xiaoping en los ochenta tras la muerte de Mao. Xiaoping encontró la forma adecuada de repudiar y abandonar la Revolución Cultural (y el régimen plagado de abusos y muerte) de Mao y reconocer que la única forma en la que podía mejorar la vida de los ciudadanos chinos era mediante crecimiento económico. El primer párrafo de esta columna es una traducción y cita casi textual de parte del capítulo 14 del libro “Why Nations Fail” de Acemoglu y Robinson. Este libro, que recientemente el senador Ricardo Monreal dijo estar leyendo, es un recuento histórico de las experiencias de países exitosos y fracasados, económicamente hablando, que debiera ser lectura obligada para diputados, senadores, ministros de la Corte, gobernadores, secretarios de estado, Presidente de la república y líderes de organismos empresariales con influencia nacional en México. Sin estudiar un doctorado en economía o políticas públicas podrían darse una idea de qué es lo que funciona y lo que no, y en cuestión de horas confirmar que un gobierno rígido que no incentiva la inversión, innovación y el crecimiento, que mantiene privilegios en manos de unos cuántos (monopolios), que no es capaz de garantizar el imperio de la ley, y que no tiene el control del único monopolio que debe haber, el de la violencia, es un gobierno destinado a hacer fracasar a su país. No importa cuántos votos logre su partido o cuántos estados y presupuestos controle, a final de cuentas dejará una deuda por no dar la oportunidad de que muchos se beneficien del crecimiento.
En los últimos 30 años las políticas económicas no han logrado alinear incentivos y condiciones que detonen el potencial de crecimiento del País. La receta de antes (con o sin servilleta) no funcionó. Nos entregó un coctel de cierta estabilidad y disciplina en lo macro (necesaria pero no suficiente), cobijando monopolios públicos y privados, sindicatos corruptos y gobernadores bandidos, apostando la granja completa a tratados comerciales que sacrifican a la planta productiva nacional y con tasas de crecimiento bajas, generando más de 50 millones de pobres.
El gobierno actual sigue definiendo su modelo económico y es oportuno que el señor López Obrador y la 4T recuerden que la pobreza no se acaba sin crecimiento y que no hay crecimiento sin políticas sensatas y coordinadas que tomen en cuenta el músculo del emprendedor, desde el más pequeño, hasta el más grande. Aquí una que puede hacer sentido y que será presentada en Saltillo este martes 9 de abril (informes en anei@anei.org.mx). Consúltalo aquí.
@josedenigris