Naranjo: ‘Hombre de batallas en la soledad’

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Naranjo: ‘Hombre de batallas en la soledad’

Cartón de Narnajo
El hombre que hizo coincidir el ingenio, la mordacidad y el arte del cartón político deja trazado su legado como genio de la gráfica universal

CIUDAD DE MÉXICO.- El artista y maestro de la caricatura política en México por casi medio siglo, Rogelio Naranjo Ureño falleció anoche en esta ciudad, a unas semanas de cumplir 79 años.

“La introversión armó a Rogelio Naranjo, hombre de batallas en la soledad. Espíritu libre, caricaturista sorprendente, no se ha confundido en la tarea de tantos años. Ha errado el tiro, por supuesto, pero ha tenido la mira bien puesta a la hora de disparar contra personas llamadas a la responsabilidad más alta y ayunos del deber cumplido”.

Así describió don Julio Scherer García en el libro Los Presidentes en su Tinta a Rogelio Naranjo, colaborador y fundador de la revista Proceso, uno de los grandes cartonistas políticos de las últimas cinco décadas, que falleció la noche del 11 de noviembre, a los 79 años, víctima de un paro cardiaco.

El también colaborador de EL UNIVERSAL por cuatro décadas nació en Peribán, Michoacán, el 3 de diciembre de 1937. Tras cursar estudios de Artes en la Escuela Popular de Bellas Artes, de la Universidad de San Nicolás de Hidalgo, viajó a la Ciudad de México y desde mediados de los años sesenta colaboró con periódicos y revistas como cartonista político, lo que le valió premios en México y otros países. De manera paralela creó una obra como retratista de artistas, escritores y personajes de la cultura. Buena parte de su acervo, que supera los 12 mil cartones, fue donado por él mismo a la UNAM en 2011.

Artista mordaz y creativo. Atrapar con la tinta negra la esencia de un personaje, condensar en un cartón ese sentimiento que es mezcla de frustración, dolor y sorpresa provocados por ciertas noticias, y convertir la caricatura en material político fueron las cualidades de Rogelio Naranjo Ureño. Creativo, ingenioso, mordaz, artístico. Era preciso en su trazo con todo y que “la temblorina” en los últimos años desafiaba su mayor don.

“Rogelio no suele equivocarse. Su inteligencia y su arte apuntan al dolor de México, la corrupción de todos los días, la impunidad que no seca, la ebriedad sedienta, el hartazgo báquico, la acumulación de poder con la primera ley del hombre: amarás al dinero por sobre todas las cosas”, escribió Scherer en enero del 2013.

Naranjo representó el faro para más de tres generaciones de caricaturistas políticos en México. Desde la década de los sesenta, en plena edad de oro del autoritarismo mexicano, Naranjo formó junto con Eduardo Rius y Helioflores, una especie de santísima trinidad o trilogía del gran cartón político, que describió como pocos la tragedia de la sociedad mexicana y retrató los excesos hasta autoparodia de la élite que ha gobernado este país.

Fue también certero y exquisito para retratar a los artistas y escritores en poderosas imágenes para las que Naranjo los situaba como entre escenografías, vestidos por sus pinturas, sus libros, sus palabras; conseguía que cada retrato resumiera la esencia de lo que esos personajes fueron para cultura, las letras y las artes, de México y el mundo. Aunque cambió la pintura por la caricatura, los dones de quien hace una composición en un cuadro, los trasladó a sus dibujos que llegaron a multitudes gracias a los periódicos y revistas, y a la decena de libros que comenzó a publicar desde inicios de los años setenta.

Sin formación periodística, pero con la disciplina de quien cada mañana leía los periódicos y oía la radio, Naranjo fue trazando dibujos que “le dictaban” las noticias, procesos y sucesos. Se convirtió en un observador de la realidad; crítico y fulminante no dejó de narrar con sus líneas esa avidez de unos cuantos que producía el abandono de las mayorías.

Con su trazo perfecto, su capacidad extraordinaria de síntesis y de humor elegante, ácido, Naranjo también fue un artista contemporáneo, crítico de la desigualdad y las trampas de la modernidad.

Hombre de izquierda que apoyó al Movimiento de Liberación Nacional y a la fundación del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), dirigido por Heberto Castillo, su amigo y líder durante muchos años. Cómo no recordar la primera campaña electoral del PMT, en 1985, con los cartones de Naranjo por todo el país y la frase: “salario mínimo al presidente, para que vea lo que se siente”.

Durante más de cuatro décadas elaboró más de 12 mil dibujos, buena parte de los cuales fueron donados a la UNAM en 2011. Esos dibujos constituyen una crónica de México en casi medio siglo tiempo: representan las crisis sexenales, las represiones, los olvidos de los políticos, sus célebres ocurrencias, el cinismo de ciertas primeras damas (probablemente no haya mejores retratos de Marta Sahagún que los hechos por Naranjo), las frustraciones de los campesinos y obreros, el abandono del campo, la transformación de la industria petrolera, la arbitrariedad de los líderes sindicales o el inapropiado, pero memorable gesto de un político.

Colaborador de decenas de publicaciones, Naranjo y sus cartones resumían cada semana en las páginas de la revista Proceso la situación del país, de sus excesos y sinsabores.

Reacio a las entrevistas, de hablar pausado y de una inteligencia voraz, Naranjo nos dejará para siempre su gran legado: una obra abierta que es la crónica de la larga agonía del autoritarismo mexicano

Rogelio no suele equivocarse. Su inteligencia y su arte apuntan al dolor de México, la corrupción de todos los días, la impunidad que no seca, la ebriedad sedienta, el hartazgo báquico, la acumulación de poder con la primera ley del hombre: amarás al dinero por sobre todas las cosas”
Julio Scherer
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