Ni trompadas ni peñascos

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Ni trompadas ni peñascos

Ir podría parecer intervencionista. O acto servil.

Invitar a quien se ha mostrado áspero y tajante, con visión parcial y denigrante, puede ser un acto de acertada calidad política porque hace el camino del diálogo.

Da oportunidad de expresar cara a cara lo que se sostiene y lo que se corrige, lo que se reclama y lo que se exige. El mejor resultado es un reconocimiento compartido de la importancia de una relación sana entre ambos países. 

El mejor enfoque sobre los señalamientos anteriores del candidato visitante es no reafirmar su parcialidad  y generalización.

No fue un encuentro ni con el pueblo ni con la opinión pública. Fue un encuentro intersubjetivo entre personas civilizadas que no se privan de una comunicación. Su fachada ha sido la de una aproximación de las diferencias, una conversación entre un futuro liderazgo posible y un régimen presente en recta final.

No hubo antes una voz oficial pública de reclamación cuando sonaron las etiquetas reductivas del menosprecio. Sólo oídos sordos a palabras que se exhibieron necias. No se habló tampoco entonces desde una herida sino se prefirió un silencio ante generalizaciones que sólo su autor podía enmendar.

Y dar el paso de tomar la iniciativa de una invitación para un encuentro abre la oportunidad de un entendimiento directo, en el nivel de un respeto recíproco. Esperemos que se confirme.

Copete y melena peinaron un coloquio con declaración pública para dejar atrás lo salvaje  y comprometerse, no a un canibalismo con tenedor en una selva asfaltada, sino a una convivencia que  no tache dignidades ni se quede en dicotomías o reduccionismos. 

No es un muro la solución para evitar una invasión de armas clandestinas o un contagio de alienación cultural, lingüística y musical, ni para impedir la succión de transnacionales ambiciosas. 

¡Que se tienda mejor el puente de la mutua cooperación respetuosa y complementaria! Un puente sobre aguas turbulentas es imposible sin esa actitud. Y ese reto que jamás debe rehuirse ni por resentimientos encapsulados ni por reacciones condenatorias: ¡la actitud de encontrarse cara a cara y dialogar!…