¿No se culpe a nadie de su muerte?

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¿No se culpe a nadie de su muerte?

Hace unas semanas, Fabian Eliud de apenas 20 años de edad, se quitó las cintas de sus zapatos y se colgó hasta causar su propia muerte. Nadie sabe por qué lo hizo. Apenas el jueves pasado, César, 43 años, quien se había separado de su esposa, se colgó con una soga en el patio de su casa. Con este caso, la cifra de suicidios en el 2016 tan solo en la Región Sureste de Coahuila llegó a 43 víctimas de la depresión y creyendo haberlo perdido todo, estos jóvenes se sintieron sin esperanza alguna. Para ellos, la vida se había convertido en una calamidad e imaginaron a la muerte como un deber.

Las causas abundan: Una compleja interacción de factores tales como enfermedades mentales y físicas, abuso de sustancias, conflictos familiares e interpersonales como una pérdida amorosa y acontecimientos estresantes como la falta de empleo y dificultades económicas, llevaron a estas personas de quienes hemos preferido omitir sus apellidos por respeto a sus familias, a la última y más difícil de las decisiones que un ser humano puede tomar: acabar con su propia vida.

Una tragedia que la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirma cuando da cifras de que a diario se registran 3 mil intentos de suicidio en el mundo, un millón de personas al año, una muerte cada 40 segundos. Estos no incluyen las tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado.

En México, en el año 2013 los suicidios habían alcanzado la cifra fría y gris de los 5 mil 190: 4 mil 201 hombres y 989 mujeres. El 40.8 % de los suicidios ocurren en jóvenes de 15 a 29 años. Esto significa que cada 24 horas mueren 14 personas por esta causa. De todos estos, 138 sucedieron en Coahuila.

Pero, ¿A alguien le importan estas vidas perdidas? El poeta y escritor Jesús R. Cedillo, ha alertado hasta el cansancio sobre la gravedad del caso. Pero su llamado se ha perdido en el vacío, el mismo vacío que ignora y desestima el tamaño de la tragedia.

Hoy se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio y como detrás de estos días que sirven de poco o nada. Y es que muchas de las muertes tienen algo en común: Lanzaron gritos de auxilio y no recibieron atención oportuna de sus familias, amigos y de todos los involucrados en su posible ayuda.  Cuando uno discute el tema, escuchamos decir que suicidio como decía el poeta alemán Johann Goethe, es un signo de debilidad, porque indudablemente es más fácil morir que soportar sin tregua, una vida llena de amarguras.

Eso crea un estigma, el del suicida, un hecho que nos disuade a acercarnos. Y eso mismo hacen ellos. Tienen miedo de hablar y se convencen de que su realidad es inaceptable y que solo el suicidio es la salida, un estigma que parece imposible de superar. Una desgracia que la sociedad y las religiones marcan como inaceptables.

Un total absurdo pues como si el dolor mismo no fuera ya inaceptable, además se debe cargar con el juicio social.  Un estigma que además, dificulta la ayuda a personas que atraviesan por una crisis, porque llenos de prejuicios, hemos decidido que las personas suicidas son una vergüenza, son débiles y egoístas.

Es entonces que cuando sucede, el suicidio se convierte en una especie de terremoto. Una súbita sacudida catastrófica, que rompe la vida de quien lo comete y de aquellos que deja atrás. Un terremoto cuyas réplicas continúan afectando por generaciones. Sentimientos de culpa, dolor, emociones brutales que jamás consiguen curarse. El dolor y la oscuridad de quienes decidieron acabar con su vida y el impacto brutal sobre las familias en terminus de sufrimiento psicológico aún más grave que el propio suicidio.

Sobre esto, Albert Camus asegura en su libro “El Mito de Sísifo” que el único problema filosófico verdaderamente serio, es el suicidio y que juzgar si la vida es o no digna de vivir es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas.

Esa es la pregunta: ¿Qué es un suicida? ¿Su propio verdugo o la víctima los abusos de un sistema y una sociedad que los ha llenado de dificultades económicas, soledad y sufrimiento? Dejemos de perpetuar esto y entonces no se podrá culpar a nadie de la muerte de los miles de mexicanos que todos los años evitan como decía Balzac, ese suicidio cotidiano que es la resignación.

 @marcosduranf
MARCOS DURÁN