No somos iguales

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No somos iguales

Es fácil darse cuenta de que los seres humanos somos diferentes. Por eso no deben extrañarnos los intentos que se han hecho para agruparnos en categorías. Esta es la historia de esos intentos.


Desde el principio de los tiempos se ha intentado agrupar a los pobladores de este planeta según ciertas características. Tal clasificación ha variado según la época, la cultura, el contexto y los prejuicios de aquellos que intentaron separarnos en agrupaciones diferentes.

Pero la agrupación de los humanos en tipos o categorías ha estado plagada de polémica. Más aún, los antropólogos modernos no se han puesto de acuerdo en qué es lo que debe diferenciar a una raza de otra (y la dificultad para hacer esa separación obedece a que la raza humana es una sola, sostienen algunos).

Lamentablemente el racismo influyó con frecuencia en los intentos de clasificación, y no pocas veces llegó a conclusiones pseudocientíficas que propiciaron el enfrentamiento y la discriminación, hasta el punto de que en el siglo 20, que fue cuando más intentos de clasificación se hicieron, se consumaron los peores genocidios que se hayan registrado en la historia de la humanidad.

El escritor ruso Fedor Dostoi-evski, autor de la novela ‘Crimen y Castigo’, llegó a decir que “la separación de los humanos en clases es la aberración más bárbara y diabólica que ha concebido jamás la mente del hombre”.

En fin, la clasificación de los seres humanos siempre se ha considerado un tema tabú.
Pero el hecho es que la separación de los humanos en clases ha existido desde la más remota antigüedad. Y las civilizaciones de Oriente, fueron las primeras en intentar esas clasificaciones.


Veamos la historia.

Así lo vieron los egipcios

De la época del Imperio Egipcio, hace más de 3 mil años, se han encontrado textos que hacen referencia a las cuatro razas reconocidas por esa civilización, a saber: los libios, los nubios, los sirios y los adoradores de Amón (el Sol) o ‘egipcios’ propiamente dichos.

1. Libios. Pueblo del norte de África, famoso por sus mercenarios, que eran contratados por otros pueblos para proteger sus intereses.

2. Nubios. Próspero pueblo del valle del río Nilo cuyos varones eran reconocidos por su habilidad para manejar el arco y la flecha. De piel muy oscura. Los esclavos nubios eran muy apreciados.

3. Sirios. La gente de los oasis que había en medio del desierto. Repetidamente mencionados en la Biblia. 

4. egipcios. Los adoradores del dios Amón o el pueblo que divinizó el Sol, el primer dios monoteista de la historia.


En la Edad Media

En la Edad Media se creyó encontrar en la diversidad humana, un origen vinculado a los primeros grupos humanos. En esa ápoca se hizo una interpretación bíblica de esos grupos, tomando en cuenta que la humanidad descendía de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. De ahí que los primeros humanos se agruparan en tres pueblos originados por esos personajes:

1. Semitas (asiáticos)

2. Camitas (africanos)

3. Jafetitas (europeos)

Pero mucho antes de eso la Biblia ya había dejado implícita la existencia de dos grandes etnias: 
los judíos y los árabes.

La propuesta de George Buffon

Ya en la época moderna (1730), George Buffon biólogo y naturalista francés, creía que las diferencias raciales  eran inducidas por los procesos climáticos, el tipo de alimentación y las costumbres. Por ejemplo, relacionaba la piel negra de los africanos con la sobreexposición al Sol y la piel clara de los europeos con el frío y la falta de Sol.

“Si un pueblo cambia de lugar, cambiará su tipo”, decía Buffon, quien distinguió seis variantes humanas”:

1. Lapón o polar

2. Tártaro (mongol).

3. Asiático.

4. Europeo

5. Etíope

6. Americano

el punto de vista de 
Carlos Linneo

El famoso botánico y naturalista sueco que puso nombre científico a las primeras plantas y animales, dijo que no había podido encontrar ni un solo carácter distintivo que permitiera clasificar a los humanos en un grupo diferente al de los monos. 

Linneo estableció que los cambios observados en el Homo sapiens obedecían al clima y a la educación que recibía.

De hecho, Linneo no utilizó el concepto de ‘raza’ sino que se limitó a dividir al género humano en cuatro variedades:

1. Americano. Un tipo que Linneo definió como de porte recto, de piel morena o quemada, 
cabellos negros, delgado, contento con su suerte y amante de la Naturaleza y de la libertad.

2. Europeo. De piel blanca, musculoso, cabellos rubios, largos y espesos, inventivo, cuerpo 
cubierto totalmente por el ropaje y gobernado por leyes.

3. Asiático. De piel amarilla, melancólico, cabello  negro, severo, fastuoso, vestido con largas túnicas y gobernado por la opinión.

4. Negro. De cabellos crespos, astuto, perezoso, gobernado por la voluntad de sus dueños.
los ‘dermos’ de Henry Vallois

Su clasificación estableció cuatro grupos raciales primarios, tomando como base el color de la piel que definió por su nombre latino:

Leucodermo. De piel blanca.

Melanodermo. De piel morena o tostada.

Xantodermo. De piel amarilla.

Australodermo (los nativos de Australia).

Los ‘oides’ del biólogo Carleton S. Coon

Utilizó la terminación ‘oide’ para hacer su clasificación (el sufijo ‘oide’ fue luego considerado como 
insultativo ya que de ahí nació el término ‘negroide’).

Su clasificación fue:

Caucasoide.

Congoide.

Capoide.

Mongoloide.

Australoide.


Las ideas de un teólogo

Gottfried Leibniz, filósofo y teólogo alemán, planteó a finales del siglo 17 que todos los seres humanos son de la misma raza, y que todas las diferencias físicas que vemos en ellos, y que se reflejan en la piel, el pelo, los ojos y otras carcterísticas, son causadas por el medio ambiente, y sobre todo por el clima. “Por tanto”, señaló Leibniz, “tratar de clasificar a los humanos en razas es inútil e imposible”.


Ahora le  toca al ADN

En la actualidad, la explicación que alude a la diversidad humana recae en el estudio de nuestro material genético, ya que el ADN o ácido de-soxirribonucleico contiene la información genética que explica el desarrollo de la especie humana. Y se supone que daría respuesta a la interrogante de si somos iguales o diferentes.