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Nuestra plegaria frente al abuso
“No basta con destruir los abusos; hay que modificar las costumbres. El molino ya no está, pero el molino continúa soplando” Víctor Hugo. Los miserables, fragmento.
En la recámara entra un rayo de sol que tibia el primer día del año. Hay una voz que se expresa:
-No puede ser que quieran que les levantemos monumentos por hacer su trabajo. Si para eso son gobernantes, para eso les pagamos. Dijo un amigo de mi padre, que fue obrero como él, luego de hablar sobre el aumento a la gasolina y sobre las acciones de los políticos en campaña electoral –es decir, en estas fechas-.
Allí estaba junto a su esposa, frente a la cama de mi padre, en su visita habitual. Con un enojo tranquilo, como si ya hubiera perdido la batalla, estuvo en desacuerdo con la gente que se entusiasma con algún gobernante que responde afirmativamente hacia una petición. Y es que es un acto considerado escaso y por tanto, se cuenta como si fuera un milagro o una maravilla. Entonces esa acción se vuelve, tristemente, una historia que no dejan de repetir en el pueblo; es una manera de decir que fueron vistos y que vale su voz, aún y cuando sea una acción, como dice el amigo de mi padre, propia del trabajo de un gobernante. Y ese contemplar ese momento, implica no mirar el paisaje de la devastación nacional. Vamos haciendo parches, besando pies, olvidando el robo institucionalizado.
-Son un abuso, dice,estos aumentos a la gasolina y a los alimentos. Pero ellos con sus vales de gasolina y los bonos que se reparten ¡cuándo van a sentir la falta de nada! Y con esos sueldos, cuándo van a saber lo que se batalla para algo.
Como rueda machacona, esta converación se ha dado a través de los años. Y su ruido parece molesto a algunos. Lo sujeto a reflexión es por qué ya no está bien visto por algunos integrantes de la comunidad, que alguien se queje. Se nos pide entonces eso, ni la queja ni la furia; que el país se vaya al hoyo en silencio.
Se nos pide hablar tranquilamente, nada de exabruptos ni malas palabras por favor; se nos pide paciencia, colaboración y trabajar por el país, cuando es algo que nunca se ha dejado de hacer. El trabajador hace lo propio en un contexto laboral que debería darnos vergüenza, mientras en Italia por ejemplo, la jornada laboral promedio es de 36 horas a la semana, el salario promedio es de 2,900 dólares y tienen cuatro semanas de vacaciones anuales. O si se busca un ejemplo de otro país, digamos, más alejado de nuestro espíritu latino y bullanguero, tenemos a Holanda, donde la jornada laboral semanal es de 29 horas, con beneficios para las madres trabajadoreas. Aquí nos damos por bien servidos por tener de 5 a 7 días de vacaciones el primer año de trabajo, con un salario pulverizado de 80.04 pesos diarios.
Según las noticias de diarios creibles –los cuales son escasos ahora en México-, hay un malestar profundo entre la clase trabajadora. Y me pregunto: ¿se nos ha quitado o hemos entregado el derecho a decidir? ¿Será que al presumir los mexicanos que somos “muy aguantadores”, aguantaremos todavía más?
Este caldo social da para artículos, para ensayos, novelas, cuentos y poemas, como ha sido y será. Y mientras, en mesas con manteles largos de comidas opíparas, se sientan políticos y empresarios a celebrar. Ellos, en sus brindis financiados por nosotros, levantan la copa y dan gracias por el circo de las redes sociales y sus likes que permiten desahogar sin actuar, dan gracias porque sigan existiendo lideresas que hagan su trabajo aplicando su yugo sobre otros, dan gracias y piden en este año nuevo que los 200 o 500 pesos que entregan, continúen garantizando el voto de los más pobres; dan gracias y piden que los mexicanos sigan aceptando “despensas” donde más de la mitad del volumen de la caja está dado por maíz inflado y endulzado; dan gracias por que la gente mire los empleos genrados, no sus malaspagas ni sus crímenes ambientales. Esa es su plegaria, y hemos visto que el poder de esa plagaria es acción viva.
En este inicio de año ¿nosotros cuidaremos de la comunidad, de los muchos? ¿Actuaremos finalmente para contrarrestar el abuso? ¿Cuál es nuestra plegaria? ¿cuál, nuestra acción viva?