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Nuestros moditos de hablar
Gracias a don Antonio Rodríguez Castilleja conocí una sabrosa expresión perteneciente al habla de Coahuila. Esa frase, ingeniosa como todas las que acuña el pueblo, es muestra del genio creador de nuestra gente, que enriquece el lenguaje cotidiano con sus traviesas ocurrencias.
La expresión que digo es: “Morder el pavo”. Al parecer se ha usado en Sabinas, nada más. Fuera de ahí nadie la escuchará, y si la escucha no sabrá qué quieren decir esas palabras. Guiado por don Antonio explicaré su origen, que de seguro hará sonreír a alguno de mis cuatro lectores.
Debo decir, primero, que “morder el pavo” significa sufrir un susto grande, un sobresalto de ésos que provocan conmoción. Cuando alguien recibe una de esas tremendas impresiones se dice que “mordió el pavo”.
Viene ahora la explicación de esa frase. Allá por los años cuarentas del pasado siglo había en Sabinas un molino de trigo. La empresa de que formaba parte ese molino se llamaba Compañía Harinera de Coahuila, S.A., pero para los sabinenses era simplemente “el molino de los españoles”, pues de España vinieron sus dueños y manejadores.
El tal molino elaboraba una harina de muy buena calidad cuya marca era “Pavo Extra”. Se vendía en sacos de 44 kilos hechos de fina manta americana. En ella los fabricantes imprimían el emblema de la casa: un vistoso pavo real. De ahí la marca: “Pavo Extra”.
En aquellos tiempos las amas de casa usaban la manta de los costales harineros para hacer calzones. No abundaba el dinero; en todas las casas había máquinas de coser, y aquella tela era muy buena. ¿Por qué desperdiciarla? Así, los calzones de los hombres de la familia casi siempre estaban confeccionados con la manta de un costal de harina. Eso también se acostumbraba en Saltillo, y supongo que en muchas partes más.
Por lo que hace a Sabinas, cuando se hacían los calzones con tela de los costales “Pavo Extra” el dibujo del pavo quedaba siempre en la parte posterior. Ahora bien: cuando alguien tiene un susto se dice en expresión plebea que “se le frunció el fundillo”. Los sabinenses no decían así. Ellos, más elegantemente, decían:
-Mordió el pavo.
¡Qué frase tan traviesa, y qué acierto tuvo don Antonio Rodríguez Castilleja al recogerla en su sabroso libro! Ese libro se llama “Cuentos, dichos y chistes del norte”. Se entiende que del norte de Coahuila, pues casi todas las narraciones tienen su centro en Sabinas o Ciudad Acuña. Dice el señor Rodríguez en las primeras páginas de su obra: “… He sido alentado por la lectura del libro ‘Los guayulones’, de Ramón Durón Ruiz, y por las palabras que en el prólogo a ese libro expresa el maestro del humorismo, licenciado Armando Fuentes Aguirre, Catón, que nos invita a publicar regionalmente estos casos y sucedidos para conocernos mejor y disfrutar de la vida con felicidad, tal como hacemos en forma cotidiana con los chispazos de buen humor que el mismo Catón publica en muchos diarios de la República...”.
Me alegra haber influido, aun en forma tan pequeña, en la aparición de un libro como el que nos entregó don Antonio. Esa obra añadió páginas valiosas al recuento de nuestro acervo cultural, del cual es parte muy principal el habla de la gente. Cuidar de estos tesoros para que no se pierdan es plausible obra.