Nuevo elogio de Zacatecas

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Nuevo elogio de Zacatecas

El sol miente. Nadie miente más en Zacatecas que el sol de marzo. Éste no sabe de primaveras ni días cálidos. El sol no entibia el alma. Su frugal calor se disipa cuando del Cerro de la Bufa sopla un viento seco, gélido, el cual agrieta las manos y circula libre y doloroso en las arrugas de turistas gringos –baby bommers– los cuales en parvadas, han venido en esta Semana Santa a pasar días tranquilos en esta ciudad de cantera y tierra cobriza, la cual bulle y vive en cada plazuela y callejón. 

Nadie miente más en Zacatecas que su sol de marzo. Cuento a los turistas ateridos, los cuales buscan entibiarse el pecho con brazos cruzados. Uno, dos, diez, veinte. Los números y cuentas no se me dan. Son legión. Al momento de redactar estas atropelladas notas en uno de sus cafés, de decenas que hay al alcance de la mano, no puedo recordar cuántos turistas ateridos conté. Me hacían falta dedos de la mano. Opté entonces por contarlos como en la Biblia: sin número. Son legión. Vine una vez más a mi ciudad adoptiva, Zacatecas, a lamer mis heridas y pasar unos días de lectura y conciertos por los días grandes de Semana Mayor, días largos, lerdos y benditos. 

Zacatecas lo tiene todo. La impresionante “Procesión del silencio”. Cafeterías y restaurantes ruidosos. Un Festival de la cerveza artesanal. Un Festival de dulces y golosinas típicas. Una pequeña Feria del libro. Y claro, su tradicional “Festival Cultural Zacatecas 2016”. No obstante el viento seco y gris del otoño el cual aquí vive y ha echado raíces fuertes, los eventos del Festival se desarrollan en las diversas plazas y teatros de la ciudad atiborradas de lugareños y turistas. Asistí a varios conciertos. Uno de ellos, el del dueto australiano Air Supplay. Son de mi época. En aquel entonces, en aquellos años de mozuelo enamorado, le regalé los acetatos de este grupo a una novia, la cual y con el paso del tiempo y los años se fue a vivir a San Antonio, Texas. Mi amor se le olvidó en el camino. Así son las musas.

Esta musa adoptó la lengua y la vida de los Estados Unidos y ahora es ciudadana de aquel país. Aún me recuerda.

Tan es así, que me llama una vez por semana. El amor, su amor, se convirtió tal vez en nostalgia. Air Supplay entonces, vino a recordarme a esta señorita. Los güeros siguen cantando igual. Son las mismas tonadas románticas de aquellos buenos años. No hubo un espacio vacío en la Plaza de Armas. Disfruté el concierto y los recuerdos fueron un paisaje casi tangible. Un cuadro, un fresco de Rafael Coronel a la mano y en la mano. Para decirlo con un poeta británico, Chris Torrance, se sentía esa noche “un escalofrío en el aire”.

Esquina-bajan
El mecanismo de la memoria es impresionante. Afloran detalles los cuales se creían perdidos. Mojamos la pluma en azogue, y astillas de tiempo florecen y nos acicatean para jugarnos chardas, tristes charadas. No sueños ni pesadillas sino retazos de vida. ¿Mojar dos veces nuestras manos en las aguas del mismo río? Heráclito tenía razón.

No se puede. Pero, al cerrar los ojos y escuchar a tres figuras de voz pastosa los cuales nadaban como pez en el agua en el escenario, creí regresar a mi época de adolescente, casi infante. Tres eternos jóvenes, ya abuelos de sí mismos, al siguiente día de Air Supplay, atestaron de nuevo la plaza: César Costa, Enrique Guzmán y Angélica María. ¿Soy también tan viejo como ellos? Creo que sí.

Estos tres artistas, prófugos del túnel del tiempo, se presentaron arropados por sus seguidores, no obstante que el viento azotaba a los fanáticos como hojas arrancadas a los árboles de la plaza. Nadie se movió de su lugar. Todo mundo coreaba las viejas tonadas ya marchitas las cuales aquí, volvían a vivir y ser frescas. Tonadas masticadas hasta el hartazgo el siglo pasado: “Eddy sólo vive para mí…”, espetó Angélica María. Le creo. 

De doce, diez. Diez meses del año Zacatecas vive con una nube azul-vino sobre sus edificios y baldosas rojizas. La ciudad sigue siendo aquella, la pueblerina muchacha de Ramón López Velarde, la de “ojos inusitados de sulfato de cobre”. Lo mejor llega siempre al final. ¿Sabe quien cantó y de gratis para un público exigente y ávido de cultura y conciertos? Pablo Milanés; una cantante de otra galaxia, la francesa ZAZ –mí preferida, de la cual en diciembre aquí le dije de su existencia– y el gran final: Michael Bolton cantando jazz. Sólo, sólo en Zacatecas querido lector. Jamás en Coahuila. 

Letras minúsculas
¿Por qué no becamos a Ana Sofía García Camil para que la capaciten aquí? Zacatecas, mejor que nunca…