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Padre Quinn (II)
“Saltillo en el verano de los setenta era sinónimo de uno de los veranos más inolvidables, y no es Disneylandia ni tampoco el Parque SixFlags… es un sitio diferente y maravilloso, donde te encuentras con costumbres extrañas que te envuelven en la vida cotidiana, donde experimentas valores con un significado profundo”.
Son las palabras del padre Patrick Murray al referirse a los veranos que experimentaron jóvenes estadounidenses que llegaron a nuestra ciudad en la misión establecida aquí en la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, promovida por él y el Padre Patrick Quinn, en un convenio entre la diócesis de Saltillo y la de Jackson-Natchez, Estados Unidos. Saltillo, concluye, enseñaría lo que significaba, en el sentido amplio la palabra “Bienvenidos”.
Arribaban a las comunidades y distribuían alimento, dulces y juguetes, acompañados de un médico. Hay muchas anécdotas de las visitas. En una ocasión, el grupo arribó a la comunidad Nuestra Virgen de Guadalupe, y en ella la madre de un niño de 10 años, les pidió ayuda porque el niño tenía un fuerte dolor en el diente. Ella lo había llevado a un curandero, quien insertó una espina de cactus en medio del diente infectado. Esto le creó un absceso y mucho más dolor. El dentista que los acompañaba extrajo la espina y limpió el área infectada, recetando antibióticos. Se había hecho el proceso humano, señala el autor del libro “La Misión de Saltillo”, monseñor Michael Flannery. “Lo demás quedaba en manos de Dios y rogar porque era lo mejor que se podía hacer”.
Otra historia nos hace sonreír. Cuando durante su boda una novia cayó sobre el reclinatorio, quejándose de un fuerte dolor de estómago, un doctor del Centro Médico de Jackson, a cuya vicaría pertenecía el Perpetuo Socorro le recetó un medicamento y le dijo que regresara a casa. Pero la novia se sintió tan bien, que al rato se le vio como un “torbellino” en el baile de su boda.
Al fallecer el Padre Quinn dejaría un legado de edificación de diez iglesias en la ciudad y 60 capillas repartidas en diferentes comunidades rurales. La misión proporcionaba el material y los pobladores aportaron la mano de obra.
El padre Quinn murió a los 66 años en 1997, en el invierno del mes de enero. Asistieron a su funeral entre 7 mil y 10 fieles, y se estima que 40 mil feligreses visitaron la capilla fúnebre durante tres días.
Dejaba una huella indeleble en esta ciudad de Saltillo, a la que llegó cargando un equipaje pletórico de amor y bondad, esfuerzo, trabajo creador.
Al morir el Padre Quinn, los obispos de Saltillo, monseñor Francisco Villalobos, el de Jackson, monseñor Houck, y Biloxi, monseñor Howze, decidieron continuara la misión en Saltillo.
En el cargo del párroco quedó el padre Raúl Ramos, mientras se buscaba el reemplazo del padre Quinn. Se nombraría a alguien con dominio del español y quien tenía un excelente conocimiento de las tareas encomendadas: el padre Michael Thornton.
En 1998, el Obispo Villalobos decide separar la iglesia de San Miguel, haciéndola parroquia y nombra párroco a monseñor Thornton. Luego de cumplir su misión, a monseñor Thornton lo sustituirá el Padre Bill Cullen, de la Diócesis de Jackson, en 2003, quien erigirá la iglesia de Cristo Rey. Reemplazado luego por el padre Richard Smith.
El entrañable padre Benjamin Piovan, el Padre Benny, se desempeñó como párroco de 2009 a 2014, hasta su fallecimiento.
Un día, el padre Benny se refirió a dos diáconos que habían estado trabajando en la misión de San Miguel. Esperaba pudieran quedarse en ella, autorizados por el obispo Raúl Vera.
Hoy son ellos, el padre David Martínez Rubio y el padre Evelio Casarubias Rodríguez, quienes siguen escribiendo esta historia, visitando comunidades a diario, algunas de ellas de apenas 10 o 12 habitantes, hombres y mujeres ancianos que se han quedado ahí luego de que los más jóvenes emigraron a las ciudades en busca de oportunidades de trabajo.
La misión iniciada en los años sesenta del siglo pasado sigue su cauce y en la memoria de todos queda el recuerdo de un inolvidable padre Quinn y de todos quienes la hicieron posible.
UNA PRECIOSA HISTORIA
Me entero de un dato precioso. A la maestra Esperanza Dávila Sota le fue encomendada la enseñanza del español al padre Patrick Quinn en nuestra ciudad. Todo se constituye en una hermosa cadena.