Para embellecer el centro

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Para embellecer el centro

Algunos de los pasajes citadinos que pudieran volverse más entrañables para Saltillo se encuentran en el centro. En el llamado corazón de la ciudad, a donde, de todas partes, por una u otra razón dirigen sus pasos miles de habitantes. En esta urbe, que empieza a parecernos cada vez más inabarcable, con una población de casi 900 mil, el espacio que ocupan lugares como estos pasajes bien podría ser atendido de una mejor manera.

Una atención cuyo peso recae en buena medida en las autoridades, pero bajo una responsabilidad y un respeto compartidos con la ciudadanía.

Empezaremos con el paso peatonal de las calles que conforman una “T”: Padre Flores y Abott. La primera, que tiene su salida en la calle Victoria, y la segunda, en Allende. Justo en los laterales que configuran este punto se alza la iglesia de San Esteban. Pero el sitio no es lo que quisiéramos observar en él, en cuanto a limpieza se refiere. De constante tráfico diario, es deficiente el mantenimiento que se le da.

Pese a estar muy, muy cercano a vías que se han hermoseado en los últimos años –precisamente Victoria y Allende–, el área ha sido poco favorecida por el cuidado permanente. La decisión de volverlo peatonal pareció en su momento una espléndida idea. Es sitio de atmósfera sugestiva, dotado de un cierto grado de intimidad y recogimiento gracias a la presencia del templo y de árboles que lo hacen atractivo. Sin embargo, es un hecho que hace falta que se le apliquen acciones cotidianas de limpieza y mantenimiento.

Por ser San Esteban una valiosa construcción restaurada que procede desde casi el inicio de la fundación de nuestra capital, se agranda la necesidad (incluso viéndolo desde una perspectiva de índole turística) de dar un sentido de mayor dignidad a la superficie que la circunda.

Hay otro tramo igual de atractivo y que, contra lo que ocurre en las calles principales, se deja sentir un ambiente de serenidad. Se trata del de Zaragoza que va de Palacio de Gobierno a la calle de Aldama. En otros tiempos, orgullo de Saltillo por la presencia de sus librerías: la Martínez, la Zaragoza y la Cristal. La remodelación de que fue objeto la emblemática Ferretería Sieber ayuda a que el conjunto en esta calle se vea agradable, alineado a la construcción de la que fuera parte de la Casa Purcell. Ese tramo conduce a una alborotada calle de Aldama, pero antes de llegar a ella se topa una con algún negocio que ostenta en su exterior una horrible manta que afea el entorno. ¿Algo se puede hacer con ello? Se trata de una manta que lleva ya varios años ahí instalada y que, polvorienta, se muestra orgullosa del castigo del tiempo, desluciendo el todo arquitectónico, tan hermoso, por cierto, en esa parte.

Y, por último pero no menos importante, que en algunas otras colaboraciones ya expuesto aquí: es lamentable el estado en que se encuentran los portales de la Plaza de Armas. La suciedad impera en el área, así como placas olvidadas que poco a poco se han ido deteriorando hasta quedar casi irreconocibles.

Son sólo algunos de los lugares del centro que pudieran empezar a recibir mayores cuidados para volver esta parte del Centro Histórico tan visitada, más habitable.

Hay una anécdota que pinta de cuerpo entero qué pasa cuando hay desinterés en mantener dignos los lugares. Al quebrarse un cristal de la ventana de la sala de su casa, un hombre cubrió el hueco con un cartón. El cartón siguió ahí por años. De hecho, el cartón sigue ahí, sin que nadie se moleste en retirarlo. 

En cambio, en un lugar donde el ambiente es de limpieza, la gran mayoría de personas se retractan a la hora de tirar un papel o ensuciar lo que todo está tan en orden. Por supuesto, que siempre habrá quienes vayan en contra y traten con desprecio lo que otros procuran mantener limpio, pero de ahí la importancia de la vigilancia y el mantenimiento.

Así, mayor vigilancia, constante reparación, atención permanente. Y mucha agua. Que se gane la partida a la desidia, a la negligencia y al franco enfrentamiento de quienes no quieren ver de esta nuestra ciudad, una hermosa ciudad.MAría c. recio