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Placer para la lengua y el oído
Atmósferas musicales que recalan en el paladar. Leí un viejo libro del cual ya pocos guardan sus letras en la memoria. Era menospreciado en su momento, era lo que se conoce como un “Best Seller”, el más vendido, pero no necesariamente el mejor. Para mí lo fue en su momento y tiene buen tiempo cumpliéndose su tirada de naipes. El libro fue “La tercera ola” de Alvin Toffler. Si mi precaria memoria no falla, la tesis que el escritor visionario gringo esgrimía era que, el mundo se rige por periodos de tiempo, olas gigantescas que todo lo devoran. Oleadas. Así tenemos en la “antigüedad” la ola industrial, luego llegaría la ola cibernética para anclar a finales del siglo XX y umbrales del XXI (desembocar) en la ola de servicios, la ola de turismo de alto calado y eso que ahora está tan de moda llamado “calidad de vida.” Toffler tenía razón.
Los dueños del universo, los dueños del mundo, los grandes consumidores de cualquier país, realizan peregrinajes donde lo de menos es el dinero, se pueden gastar enormes sumas de efectivo siempre y cuando dicha experiencia sea única e irrepetible para ellos, los de semejante poder adquisitivo. Se paga lo que sea por un buen servicio. Se pagan fajos de billetes por lo exclusivo, se paga cualquier precio por una atmósfera musical que recala en el paladar. Música y gastronomía. Música para la tabla. Música para la mesa. Alvin Toffler entonces, en los años ochenta-noventa del siglo pasado en que leí el libro, tenía razón.
Hoy los cocineros son dioses, los merenderos son restaurantes-gourmets y una gota de vinagre milimétricamente puesta, separa a un chef del montón, a obtener una estrella Michelín. Lo anterior ha evolucionado a tal grado, que hay un a combinación la cual está causando sensación en todo el mundo: la experiencia sensorial de disfrutar una buena comida en maridaje perfecto con la experiencia sonora. No pocas veces también entra la experiencia visual, el disfrute estético por los ojos. La música tiene un poder evocador y remueve emociones. Evoca lo mismo recuerdos que imágenes. Si lo combinamos con la gastronomía, un buen vino y un mejor aperitivo, el resultado puede ser de éxtasis. A esto están apostando varios hoteles y restaurantes de los principales del mundo.
Ya hay una película-documental al respecto. Se llama “El Somni” (El sueño). El título es una ecuación matemática: “(CCR+A). X= El Somni.” De 2013. Aquí se muestra (documenta) una cena de 12 tiempos dirigida por los hermanos Roca, los dueños y multi-premiados directores del restaurante “El Celler de Can Roca” (CCR), uno de los mejores del mundo. Por cierto, Juan Ramón Cárdenas ya ha cocinado junto a ellos en dos ocasiones. Se estableció como una “ópera”, un banquete en 12 actos donde la música formó parte fundamental; no complemento, sino maridaje agraciado para un acto gastronómico el cual trató de que se convirtiese en arte. Para el desarrollo de la “ópera gastronómica” se convocó a 12 invitados privilegiados de diversas vocaciones, entre ellos a un antropólogo, a un especialista mundial en ciencia del tacto, un director musical de teatro, una física experta en Cosmología, y claro, como no, a un cocinero de otra galaxia, a Ferrán Adrià (A). Ya tiene usted las claves de la película-documental.
Cada platillo en cada acto fue degustado bajo el cobijo de una composición musical bajo la batuta de Carlos Fesser, Silvia Pérez Cruz, Wolfang Mitterer, Elena Katz y otros. Los platillos también se degustan por el oído. En Cancún, Los Cabos y Nuevo Vallarta, que yo sepa, hay ya restaurantes con este tipo de apuesta y maridaje entre gastronomía y música. Uno es el Hotel Live Aqua Cancún. Otro es el Hard Rock Hotel Vallarta. Donde se mezclan sonidos de Sinatra, Dean Martin y la Big Band, para su restaurante “Ciao.” Hay una investigación donde se aborda la influencia de la música en la transformación de un buen vino y la crianza de sus vides: “La influencia de la música en la percepción gustativa del vino” de la Herot Watt University. Un vino italiano, “Il Flauto Magico”, añada 2008, se arrulló con melodías de Mozart todo el día. Sólo hubo producción para 1500 botellas y 100 Mágnum, son de la bodega “Paradiso di Frassina” de la Toscana.