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¿Por qué enseñar a los niños a cuidar su vocabulario?
Tenía unos 8 años cuando por primera vez me sentí incómoda con los comentarios de un chico.
Estábamos en segundo grado. Yo estaba esperando en la cola para sacarle punta al lápiz y llegó por atrás y me anunció que sabía muy bien qué tenía yo por ser una chica. Recuerdo que me sentí muy incómoda no solo por lo que señalaba sino por el hecho de que pensara que era divertido hablar de algo tan privado de una manera tan pública y ruidosa.
Cuando estaba en segundo año del secundario, estaba una noche en una fiesta y un chico de más edad me tomó y me empujó sobre la barandilla del segundo piso en lo de una amiga. Aterrada, me aferré a su cuello con toda mi fuerza mientras él se reía, mostrando a sus amigos cómo “me gustaba” porque “no lo soltaba”. No me gustó tanto después de eso.
En la universidad, iba caminando de regreso a mi dormitorio cuando vi a un muchacho que conocía dando vueltas afuera. Empezamos a charlar y me hizo un comentario. Entonces, le pegué en el pecho en un gesto gracioso. De pronto, se abalanzó sobre mí. Le aparté la mano con fuerza.
“¿Qué diablos estás haciendo?” pregunté, pasmada.
“Tú me tocas a mí, yo te toco a ti”, respondió.
Disgustada y furiosa, me puse a explicarle la diferencia entre los cuerpos masculino y femenino como si estuviéramos de nuevo en segundo grado y de pronto me detuve. Era evidente que ese tipo no sentía ningún respeto por mí ni por mi cuerpo ni por las mujeres en general.
Cuando empecé a salir con mi marido, Brad, le mencioné ese incidente. Quería saber cómo reaccionaría al oír que otro hombre había tratado de tocarme de manera impropia. Si se reía, lo dejaría con la misma rapidez con la que había dejado al otro tipo. Si lo minimizaba, también habría sido un factor decisivo.
Pero en cambio, Brad apretó la mandíbula y sacudió la cabeza, furioso. “Qué desgraciado”, masculló entre dientes. Y por esa y otros cientos de razones, supe que Brad era un buen hombre. Supe que sus padres le habían enseñado a respetar a las mujeres.
Nunca me sentí nerviosa ni incómoda cuando salía con Brad. De hecho, me hacía sentir bien conmigo misma. Hablaba bien de mí cuando estábamos juntos y con otros. Era amable y gentil. Nunca hablaba negativamente de otras mujeres y, de hecho, hasta el día de hoy, nunca le oí pronunciar una palabra vulgar o despectiva hacia otra mujer.
Exactamente de esa manera quiero criar a nuestros cuatro hijos varones.
A la luz de la reciente noticia sobre el video lascivo de Donald Trump que se filtró, en el que utiliza un vocabulario sucio para describir a las mujeres, reviví estos recuerdos en mi vida en que los hombres me hicieron sentir un objeto en lugar de un individuo, como una presa en vez de una persona. En mi opinión, no se puede separar a la persona de su política.
Creo que los valores y las normas de un individuo moldean y definen su carácter y su pensamiento, influyendo en sus opiniones acerca de todo. La poeta y activista ya desaparecida Maya Angelou dijo: “Cuando alguien te muestra cómo es, créele; la primera vez”.
Nunca olvidaré un día que estaba en la cama hablando por teléfono con Brad, que entonces era mi novio, cuando de pronto vi un par de ojos espiando por la rendija de la puerta. Estaba en casa sola, nada más que con algunos albañiles que estaban dos pisos más abajo terminando un trabajo en nuestro sótano. Tuve apenas tiempo para verle la cara e incorporarme en la cama para que él se diera cuenta de que no estaba dormida -y que los planes que tenía probablemente no funcionarían. Bajó la escalera en tres pasos, corriendo al sótano mientras yo corría detrás de él, tratando de ver quién era.
Con la cara encendida y el corazón latiendo a toda velocidad, llegué hasta donde estaba el capataz revisando papeles con algunos de los tipos.
“Uno de sus hombres me espiaba en mi habitación”, dije. Me miró levemente sorprendido.
“Ah, ¿de veras?” preguntó y, miró a su alrededor, distraídamente. “¿Alguno de ustedes estuvo arriba?”
Obviamente, todos dijeron que no.
“Bueno, lo lamento, señorita. Hablaré con mis muchachos y veré si podemos averiguarlo”.
Sabía que no me creía y aunque me hubiera creído, no se mostró preocupado en absoluto, lo cual me molestó aún más. Les dije a mis padres lo que había ocurrido y ellos llamaron a la empresa, pero no se resolvió nada. Después de todo ¿qué podía probar? No había “pasado nada”.
Pero no tiene que “pasar” algo para que las mujeres sintamos que debemos estar siempre en guardia. Dejar pasar el vocabulario vulgar como “charlas de vestuario” o el comportamiento inapropiado a la mentalidad de que “los varones son así” es una excusa más que tiene la sociedad para mantener a nuestros hombres en un nivel inferior.
No lo toleraré. Tengo cuatro hijos jóvenes a los que estoy esforzándome por llevar a un nivel más alto. Mi marido y yo hemos puesto un gran énfasis en enseñarles la importancia que tiene el respeto a todos los individuos, pero sobre todo a las mujeres. Brad siempre les dice que me abran la puerta cuando entramos en un edificio y yo sonrío cuando veo ocho pies que se precipitan hacia la puerta y tratan de abrirla con sus pequeñas manitos, usando todo el peso de su cuerpo para “sostenerla”.
Si alguna vez los oigo usar un lenguaje “zafado” -que parece tan inocente cuando son pequeños pero que empeora a medida que pasa el tiempo, me apresuro a suprimirlo. Las malas palabras no son palabras divertidas, a ninguna edad.
Espero con todo mi corazón que las mujeres podamos defendernos y defender a nuestros hijos que no tienen que complacer ni amoldarse cuando se trata de ser hombres. Creo que tienen un potencial ilimitado e increíble de ser refinados, respetuosos y valorados. Y empieza con nosotros, en el hogar, enseñándoles y recordándoles diariamente que cuiden sus palabras.
Sobre todo, porque las palabras pueden ser mucho más, como lo muestra esta reflexión atribuida comúnmente a Mahatma Gandhi:
“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras
Cuida tus palabras porque se convertirán en tus actos.
Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos.
Cuida tus hábitos porque se convertirán en tus valores.
Cuida tus valores porque se convertirán en tu destino”.