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Prejuicios
Los prejuicios tienen como base los apriorismos. No sabemos, no conocemos y no hemos experimentado tal o cual situación, pero emitimos juicios. No importa qué diga, qué haga, cómo se vista, cuál sea su comportamiento o su postura ante tal o cual acontecimiento, evento o situación, simplemente para la persona no hay redención. El punto de partida siempre será el juicio u opinión negativa y anticipada que parte del desconocimiento de la realidad y que tiene como base la emotividad y la opinión infundada.
No sé dónde está la clave de interpretación, los psicólogos sociales lo podrían resolver. Lo que vemos y leemos en los medios, las opiniones de los políticos que hoy no gozan de las prebendas del poder, los intelectuales que vivieron de servir al mejor postor, muchos ciudadanos de a pie que nos hemos empoderado con y en las redes sociales, empresarios que hoy desafían al Estado mexicano –sintiéndose un poder alterno– en muchos de sus comentarios parten de los prejuicios.
Theodoro Adorno, uno de los representantes de la Escuela de Frankfurt, dice que el origen del prejuicio se encuentra en lo que él llama personalidad autoritaria. Quienes poseen esta personalidad son personas que tienen un pensamiento rígido, miran al mundo en blanco y negro, son apegados a las reglas y a la jerarquía, tienen miedo de perder el control y tienen rasgos obsesivos y compulsivos. Gordon Allport agrega que otras características tienen que ver con las dimensiones emocionales, sociales, económicas e históricas.
¿Qué se dice de los colombianos, de los sinaloenses, de los regiomontanos, de quienes habitan en la CDMX? ¿Qué se dice de los afroamericanos, de los asiáticos, de los latinoamericanos, de los alemanes, en fin? Hay prejuicios sexuales, de clase, de apariencia, por la edad, por la profesión que se practica, religiosos, educativos, por la lengua que hablamos, por la raza y, por supuesto, políticos. En lo político, no se distingue de qué partido venga el que gobierna. Sistemáticamente se ponen en duda las capacidades y la idoneidad de la persona. La ideología, la religión, la tendencia, las preferencias, el grupo social del que proviene, el lugar donde nació, el nivel económico, cultural, educativo, profesional, la simpatía, la galanura o la edad ¿Qué la democracia no tiene como característica la diversidad, la pluralidad, las diferencias y el consenso?
Baja estima, desprecio, envidia, por la cultura, por costumbres familiares; los prejuicios no son made in México, aunque pareciera, son actitudes aprendidas desde la infancia, en la familia, y se acrecientan al paso del tiempo. William James decía que un gran número de personas piensan que están pensando cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios.
Esta semana me impresionaron las opiniones al respecto del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. Era notorio que la mayoría de los comentarios que hicieron políticos de otros partidos, medios de comunicación social, algunas plumas que extrañan el pago gubernamental y ciudadanos que no simpatizan con quien emite la propuesta, descalificaron el documento por el sólo hecho de haberlo firmado quien lo firmaba. No había pasado ni siquiera una hora cuando una buena cantidad de “intelectuales” habían leído ya 62 páginas emitiendo juicios contrarios. ¿Así o más prejuiciosos? Este es un ejemplo, pero así por todos lados y en todas las dimensiones humanas en nuestra sociedad mexicana.
En el plano de lo público, siempre será preferible vivir en una democracia, aunque sea el peor de los sistemas exceptuando todos los demás, según Winston Churchill. La democracia tiene reglas, gobierna quien ha sido votado por la mayoría, nos guste o no y no nos queda de otra, o se suma y se multiplica o dividimos y restamos, pero esto no le viene bien a nadie. Robert Dahl decía que la democracia no puede garantizar que sus ciudadanos sean felices, prósperos, saludables, pacíficos o justos, pero es una apuesta mejor a cualquier otra alternativa. Valoremos la libertad de expresión que, a diferencia de otros tiempos, hoy tenemos y pasemos del prejuicio a la crítica.