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¿A qué le tienen miedo?
Reza el dicho popular: “no hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague”. Concluyó la mentada fase de intercampañas (cualquier cosa que esto signifique en términos prácticos) y, con ello, se dio paso a las campañas electorales. Como es natural, la renovación de la presidencia de la República ha generado el mayor de los revuelos. Nunca como ahora, la competencia para obtener la principal silla de Palacio Nacional ha dado tanto de que hablar. Entre coaliciones de extraña conformación e independientes altamente cuestionados, se arribó al período en el que lejos de escuchar propuestas concretas, seremos testigos de irreconciliables enconos, guerras de lodo y toda clase de malabares, mismos que serán llevados a cabo por los contendientes a fin de colocarse en el ánimo del respetable.
Con burritos (de los que se comen) y menudo, el señor de apellido López inició su tercera campaña presidencial. Sí mamá, ¡la tercera! En ciudad Juárez, Chihuahua, al pie del monumento a Benito Juárez, el político tabasqueño conservó su discurso tradicional de crítica al modelo económico neoliberal que –de acuerdo con su apreciación de “consumado” economista– beneficia a las élites mientras que excluye a las mayorías. Ya entrado en gastos, el representante de la izquierda fue subiendo de tono en cuanto a ocurrencias y puntadas. Dijo, por ejemplo, que no permitirá que en su proyecto de nación participen personajes con antecedentes de enriquecimiento ilícito; tal parece que olvidó el nombre de Napoleón Gómez Urrutia a quien postuló como candidato a senador por la vía plurinominal, entre otros muchos que cojean de la misma pata. También mencionó que convencerá a Donald Trump de modificar su política exterior por considerarla equivocada y, como si fuera poco, se comprometió a reducir las percepciones de los funcionarios para así aumentar el sueldo de los trabajadores mexicanos (como si el incremento al salario mínimo dependiera del erario público). Y para rematar, AMLO arrojó su epíteto habitual contra aquellos que osan criticarlo: “forman parte de la mafia en el poder” –dijo– mientras señalaba insistentemente con su flamígero índice.
Aunque disparatada, la eterna campaña del dueño absoluto de Morena le ha servido para continuar como puntero en las encuestas, ahora seguido de cerca por el abanderado de la coalición “Todos por México”, Pepe Meade, quien de acuerdo a los más recientes sondeos de opinión publicados en rotativos de circulación nacional, ocupa el segundo lugar en las preferencias del electorado.
Por su parte, Ricardo Anaya arrancó su campaña en las primeras horas del pasado viernes frente a un grupo de jóvenes que se quedaron con las ganas de escuchar una verdadera oferta política. Más tarde, en compañía de la perredista Alejandra Barrales, dijo que los días del PRI en el gobierno estaban contados; fuera de eso, el resto del discurso fue de elogios para la también candidata a la jefatura capitalina. Según la publicación del periodista Álvaro Delgado en el semanario Proceso, el joven azul apodado “Cerillo”, hizo suyas las prácticas que tanto ha criticado al priismo. Miles de acarreados, a quienes las huestes de la coalición “Por México al Frente” ofrecieron tortas y jugo, se dieron cita en la Arena Ciudad de México. Sin embargo, y pese al completo desayuno, la gradería lució semivacía. Todo parece indicar que el peyorativo término “comelonches” se mudó a otro instituto político y ahora se aplica también a los simpatizantes albiazules. Indudablemente, Anaya no logra sacudirse los señalamientos por su inexplicable enriquecimiento y ha sido relegado al tercer sitio en las encuestas.
Aquí en confianza, los resultados de las nacientes campañas son de pronóstico reservado. En su afán por conquistar la banda presidencial, la candidata y candidatos se darán hasta con la cubeta. Habrá que ver de que cuero salen más correas. Por lo pronto, Meade ya se mostró entrón y lanzó a sus adversarios el reto de debatir públicamente sobre su situación inmobiliaria y patrimonial. El “madruguete” del abanderado priista fue bien visto por Margarita Zavala quien aceptó el desafío; por su parte, Andrés Manuel dijo que él mejor no se “ganchaba”, pues así se lo habían recomendado sus asesores, mientras que Ricardo –fiel a su costumbre– prefirió hacer mutis. Al respecto, surge la incómoda pregunta: ¿a qué le tienen miedo López y Anaya? Ahí se los dejo para la reflexión.
@Ivo_Garza