Que no sea sólo ruido

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Que no sea sólo ruido

La ubicuidad y fuerza que a lo largo de la semana consiguió el movimiento #MeToo en México, es una muestra de que muchas cosas están cambiando en el escenario social. En el diluvio de expresiones y señalamientos, muchos sumamente viscerales, destaco, en lo personal, un tweet de la curadora Violeta Horcasitas, que con ecuanimidad escribió: “Qué extraños días donde lo que muchas veces pensamos decir y no dijimos, ahora se grita. Que estamos todos confundidxs, sí. Habrá que ir pensando qué sigue después de todo esto, cómo regular desde todos los ámbitos lo que ya, ¡por fin! está sobre la mesa. #MeTooMx”.

No es para menos, se sabe que la violencia de género, tan abyecta como arraigada en la idiosincrasia mexicana, está llegando a niveles intolerables: 7 de cada 10 mujeres en nuestro país ha sufrido algún tipo de violencia, 41% de las mujeres mayores de 15 años han padecido agresiones de tipo sexual y, en el más cruento y alarmante escenario, vivimos en un país donde, en promedio, nueve mujeres son asesinadas por día. En el caso de Coahuila, tan sólo durante el primer bimestre de este año, se abrieron 177 carpetas de investigación por delitos sexuales contra mujeres, además de que se registraron cinco feminicidios.

Ante el enunciado del tweet: “habrá qué ir pensando qué sigue después de todo esto”, quizá cabría preguntar: ¿cómo dar forma y congruencia a esta serie de reclamos para que sean atendidos en su justa medida y no sean fácilmente descalificables ante el excesivo ruido que los envuelve? Y es que, por lo menos en redes sociales, ante la exposición de casos señalando con nombre y apellido al presunto agresor mientras la parte acusadora quedaba en el anonimato, una respuesta recurrente era “No te conozco pero te creo”. ¿Qué tan perniciosas, incluso para el propio movimiento, son ese tipo de respuestas? La solidaridad ante acusaciones sin pruebas puede resultar un arma de doble filo, porque no sólo pasa por alto la presunción de inocencia, sino que ofrece un argumento duro para descalificar fácilmente los señalamientos. Y si bien el alzar la voz podría ser el primer paso para interponer denuncias formales ante un sistema que suele revictimizar al agraviado, la verdadera solución, se sabe, es generar condiciones que destierren las expresiones de violencia tan generalizadas en casi cualquier ámbito cotidiano.

Y para ello, hay qué saber reconocer qué es violencia. Muchos detractores del movimiento señalan, incluso con ironía, que ahora “ya todo es abuso”, que ya es muy delgada la línea “entre un simple flirteo y el acoso”, que así como hubo un #Verificado para detectar fake news en épocas electorales, debería haber uno para el #MeToo, pues el movimiento está poniendo muy baratas las difamaciones. En ese sentido, otro tweet que destaco, fue el de la escritora Alma Delia Murillo: “Una relación fallida no es acoso, un coqueteo de una o ambas partes no es acoso, una propuesta no es acoso. Pero no chinguen: pasar por encima del NO es abuso, seducir desde la jerarquía es abuso y manipulación, saltar sobre el cuerpo de alguien sin consentimiento es violencia”.

Recientemente, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación presentó el Sistema Nacional de Información sobre Discriminación ofreciendo información de las ENADIS de 2010 y 2017. De las gráficas se desprenden un par de datos: en 2010, un 11.5% de los encuestados consideró justificable que un hombre golpeara a una mujer; para 2017, el porcentaje se redujo a 7%. Sin embargo, el porcentaje de personas que opinaron que algunas mujeres son violadas porque ellas mismas lo provocaron, creció de 13 a 14.9% en el mismo periodo. Y aunque el Conapred aclaró que los datos entre un año y otro no son comparables por motivos metodológicos y conceptuales, sí pueden reflejar tendencias en opiniones y actitudes discriminatorias. En ese contexto, movimientos como el #MeToo resultan encomiables, pero ciertamente necesitan articularse mejor para que sean realmente una herramienta de cambio y no una oleada de acusaciones en medio del ruido. Esa tarea nos involucra a todos.