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Que todo está bien, dicen
Lástima, son las calificadoras las que dan pronósticos atinados, mientras los responsables de las finanzas públicas, sobre las rodillas, maquillan cifras para para obedecer eso de: “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”.
Lo que cuenta mucho es que con sus cuentas alegres, el Gabinete, o trastero, jamás pensó en serio en las advertencias que hacían expertos internacionales. México debe ser más prudente con su economía y tomar con cautela los movimientos del próximo Presidente de Estados Unidos. Lo que dijeron era para tomarlo muy en serio.
La calificadora Moody’s bajó su pronóstico de crecimiento para México: del 2.5 por ciento al 1.9 por ciento. Ese crecimiento de más bajo desempeño carga la deuda pública, las posibilidades de recesión son reales.
El pasado viernes 9, la calificadora Fitch Rating advirtió claramente que ha rebajado la perspectiva de México: de estable a negativa. También ha calculado que la deuda pública podrá situarse en 47 por ciento del PIB.
Hasta ahora, el Gobierno de México no ha dado señales responsables de tener un plan de acción a la altura de las circunstancias. Y eso es lo más preocupante de todo.
Llevamos cuatro años de estar fritos, con los consejos que llegan a oídos del Presidente por medio de sus amigos personales oficiosos. En todo piensan, menos en México y en las consecuencias futuras de seguir creando el País en el que, pase lo que pase, no pasa nada. Porque se disfraza, se barre bajo el tapete de la demagogia sin fin.
¿Qué pasa con nuestra economía mientras se gastan miles de millones de pesos en publicitar un Congreso que se despacha con la cuchara grande, un Senado que se autoriza aumentos de ingreso y bonos descomunales sin el mayor pudor o decencia?
¿Cuánto de nuestro dinero gastó el Gobierno Federal en asegurar que con las reformas bajarían la gasolina, el gas, la electricidad? La realidad ha desmentido, una a una, todas las patrañas en todos los gobiernos de todos los colores.
El galopante empobrecimiento del País, tanto en sus recursos materiales como en la pésima calidad de vida de los que recibieron el insultante aumento de siete pesos al salario mínimo. Con esto y lo anterior, las dos últimas letras de México se han convertido en: codicia y corrupción.
¡Decídete a ser feliz hoy!
@_A_lfonsina