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¡Que vivan las mujeres!
Esta semana celebramos el Día Internacional de la Mujer, antes llamado Día de la Mujer Trabajadora, institucionalizado por la ONU en 1975. Se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. Hay un largo camino recorrido, que se apunta fácil pero no lo ha sido. Todavía en muchos lugares del orbe hay mujeres que siguen siendo consideradas como seres de quinta categoría, tratadas como su fueran objetos, no personas. De modo que la lucha no ha concluido. Si hemos tenido avances, pero hasta ahí. Hay mucho que hacer. Empezando por abatir el machismo, que infortunadamente no es solo un concepto que se aplica a los varones sino también a mujeres que muestran las mismas actitudes y conductas típicas de este deleznable comportamiento.
Sé que machismo y mujer suena contradictorio, no obstante no lo es. Hay mujeres que no solo soportan actitudes que las minimizan, lo que les vulnera gravemente su yo interior y en lugar de rechazar, se convierten en replicantes de lo que tanto les afecta. ¿Qué no? Son aquellas de quienes escuchamos comentarios que discriminan a otras de su mismo género, “si…es bien piruja… ¿no las has visto?”, pero de los varones no dicen una sola palabra. O aquella de “que holgazana es la mujer del licenciado, mira como trae la camisa, toda arrugada”. O: “Ay cariño, mira nomás como te has puesto desde que te casaste, se nota que tu mujer no sabe cocinar… estás muy desmejorado.” Hay sin duda un sentimiento de envidia encubierto, la envidia suele asentarse en críticas poco inteligentes.
El machismo se ha convertido en una forma de interrelacionarse, no se limita a englobar una serie de comportamientos y actitudes en particular, es una manifestación que parte de una relación basada en el control, que retrata desigualdades reales en los diferentes ámbitos del quehacer humano. Es un esquema de interacción entre individuos considerados como desiguales, maestro-alumno, jefe-empleado, adultos-infantes. Es autoritarismo, punto.
¿Sabe dónde se aprende a ser machista? Cuando uno es niño: en casa. Sí, ahí, por eso se convierte en un patrón dominante de conducta al fincar relaciones con otros. Y en una sociedad machista todos son víctimas, hasta los varones. De ahí la relevancia de que esto cambie, pero no va a pasar por arte de magia, la sociedad tiene que participar en ello.
En casa aprende uno a ser persona, ahí te enseñan a serlo. Perdón por tanto yoyo, pero parto de mi experiencia personal, no porque estime que es modelo a seguir, pero funcionó conmigo. Tuve la fortuna de tener una mamá, mi Rosario, que desde que tuve conciencia se encargó de decirme que “yo no era ni más ni menos que nadie”, pero lo más importante, me dio cátedra de lo que eso significaba con su ejemplo. Mi madre era una mujer sencilla, que solo llegó a cuarto año de primaria, que se tuvo que hacer sola porque no hubo de por medio ni fortuna ni familia con blasones. Además nació en una época en que la mujer era considerada poco menos que un cero a la izquierda. Quien le dio techo al quedar huérfana fue un tío dominante, majadero, con una esposa sumisa, tanto, que adoraba su papel de víctima. Mi madre aborreció esa forma de ser, pero no la replicó. Era muy inteligente.
La vida es de retos me decía y cuanto tengas sueños y quieras que se hagan realidad, lucha por ellos. Nadie va a venir a hacerlo por ti.
Trata siempre a los demás con respeto y no aceptes menos para ti. Confía en tus fuerzas, en tus conocimientos, en la experiencia que vas a ir adquiriendo a lo largo de tu vida, difícilmente podrás darte por vencida con esas herramientas. No le permitas a nadie que te haga dudar de lo que eres. He seguido a pie juntillas sus enseñanzas. Nunca me he sentido discriminada, lo digo abiertamente.
Jamás debe aceptarse el papel de víctima. La propuesta es el respeto mutuo. Es esencial aprender que somos personas con dignidad. La democracia se enriquece con relaciones basadas en la equidad, no en la subordinación. Las mujeres ya estamos en todos los espacios en los que se toman decisiones transcendentales pero necesitamos llegar más, ese es el desafío. En nuestro actuar se refleja que somos capaces, inteligentes, talentosas, incluyentes, sensibles no débiles, decididas, abiertas a escuchar, fenomenales para acordar. ¿Sabe por qué? Porque es parte de nuestra genética. Y como políticas este país nos necesita, nosotras hemos provocado transformaciones importantes y faltan más por hacer. Mi solidaridad con todas las mujeres y también con todos los varones que nos respetan y nos admiran por lo que somos.