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Que vivan nuestras tradiciones
Que no se diga que Coahuila no es tierra de tradiciones.
El Tribunal Electoral del Estado (o por sus siglas “CHTM”) acaba de rescatar a seis partidos políticos de la desaparición.
Huelga decir que se trata de partidos de la “división botanitas”, que nada aportan a la oferta democrática de nuestra entidad, sin embargo, tuvieron una segunda oportunidad sobre la Tierra por obra y gracia del antes citado tribunal.
¿Por qué decía de las tradiciones coahuilenses? ¡Ah, sí! Porque desde que tengo memoria, nuestro aparato político-burocrático ha promovido, solapado y mantenido la existencia de estos abortos electoreros.
No sé si se acuerda usted de algo llamado Partido Cardenista Coahuilense, que de cardenista no tenía lo que tenía de milagroso, ya que le daba por resucitar muertos y empadronarlos. ¡Es en serio! Pese a que se demostró que había completado su cuota de afiliados con nombres y firmas de difuntos calaca, el instituto que entonces dirimía los asuntos electorales en el Estado, y sus consejeros fallaron en favor de aprobar su registro.
Los “partidos morralla” o chiquillada, como son conocidos en el argot periodístico, son organismos eminentemente parasitarios.
Y como por qué iba el gobierno a estar manteniendo a unos vivales agrupados bajo unas siglas. ¿A poco nomás es de juntar las firmas y ya me becan? ¡Dónde me inscribo, oiga!
¡Momento, que no es tan sencillo! O bueno, sí lo es, pero por supuesto deben ser proyectos previamente aprobados, palomeados, por el régimen en turno. Y es que, lejos de representar una alternativa para cruzar en la boleta, sólo se trata del mismo gobierno haciéndonos y haciéndose pendejo, como sólo éste puede hacerlo. ¡A quién le extraña!
¡Pero explícate, columnista, “calumnista”! ¿De qué le sirve la pedacería de partidos al ominoso régimen?
Pues la chiquillada sirve para distintos propósitos, a saber:
Lo primero es dar una impresión de que somos una sociedad plural. Las apariencias más que nunca y ante todo.
Pero los partiduchos cumplen otra función, que es ocupar posiciones representativas y parlamentarias para que luego, el voto que se emite en cabildos y legislaturas, sea también favorable al régimen, es decir, al PRI.
De hecho cuando, por una cuestión de cuotas, el Revolucionario ya no puede agenciarse más curules ha acomodado a sus peones para sacar la elección bajo otra divisa pinchurrienta, como el diputado Tobías que legisló por el PSD.
Tener a todas las facciones “de oposición” controladas desde su simple existencia es la mejor manera de garantizarse el poder absoluto e irrestricto. El que controla al Ejecutivo, controla al Legislativo, y el que controla al Congreso lo tiene todo. Pero para ganar siempre, hay que jugar con la ficha roja, la azul, la verde, la amarilla y el dado. Así como canción de Parchís.
Regularmente los líderes de estos partidos son lacayos del poder que prestan su persona para que a través de ellos el gobierno haga con nosotros lo que se le hinche la gana. A cambio, ellos se atiborran los bolsillos con todas las prerrogativas que un partido tiene. Partidas presupuestales, cargos de primer nivel con súper sueldazos, la posibilidad de acomodar amigos, familia y queridas en chambitas de la administración pública y manga ancha para hacer negocios y tranzar al que se deje.
¿Nada mal, verdad? Un saludo a todos ellos ahora que fue el Día del Gato.
Y ahora que reflexionamos sobre la importancia y necesidad de estos abortos, pues no nos extrañe que haya sido por unanimidad y sin controversias u obstáculos, que los magistrados de lo electoral (así se dicen entre ellos para no reconocer que son una bola de arrastrados) hayan dado una segunda oportunidad de vivir al Partido Socialdemócrata (PSD), al Partido de la Revolución Coahuilense (como si tal cosa existiera), al Partido Campesino Popular (hay al menos tres mentiras en ese nombre), el Partido Primero Coahuila (en el nombre lleva al “pri”) y la joya de la corona, la felación en bolsita, el “non pelustra” del “no te pases de veras”: la creación de la mente maestra del mal, el profe Humberto Moreira, el Partido Joven (le ponemos una coma y parece que lo bautizó Cantinflas “¡Partido, joven!”).
El tribunal nos agarró como siempre en la total pendeja, pero tampoco veo al PAN o Morena muy inconformes o apelando estos fallos. O es que aún no superan la derrota y el triunfo, respectivamente, o es que no están tan en desacuerdo con la supervivencia de estas malditas siglas lacras.
No haga caso omiso. Recuerde que así como se ven de chafas e inofensivos, es gracias a estos chistes de organismos políticos que el gobierno se garantiza poder irrestricto y pleno sobre nosotros. ¡Ahí se lo “ahiga”!
¡Ah, qué bonitas las tradiciones coahuilenses, carajo!
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